VI: La perla y el mar

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Han pasado dos semanas consecutivas en donde Harry ha escrito cada día una carta a Amabella, sin embargo, no ha recibido ni una sola respuesta de ella.

Harry comienza a creer que sus cartas se están extraviando o que tienes las direcciones incorrectas pero de ser así, ¿por qué ella no le ha escrito?

Ella puede enviarle cartas al palacio, que no pasaran por revisión al ser dirigidas al príncipe pero ella no lo ha hecho y Harry se comienza a preocupar, mientras se pregunta si será que algo le sucedió a ella, si se encontrará bien o estará herida, o simplemente si fue que Amabella olvidó escribirle.

Todas esas dudas han vagado su mente durante el paso de los días, siente una presión en su pecho debido a la preocupación.

Es por ello que envía a su mejor guardia en busca de ella, necesita saber que está bien, que llegó segura Liverpool y que está segura a Preston, sólo eso, si le está yendo bien y si está comiendo.

Él tiene por ella un amor puro, aunque ella ponga en duda sus sentimientos varias veces, él la ama, lo ha hecho desde hace dos años y que ahora ella este en lejanía y él no tenga una forma de saber de ella le desespera, le mata, sin embargo, no puede hacer nada, no puede irse del palacio ya que tiene deber que cumplir, es incontrolable.

Pero desea verla, hablar con ella, escuchar su tono de voz agudo y oirla reir, verla después de una ducha y luego de cenar, quiere estar con ella, sin embargo, esta ahí, en su palacio, atendiendo temas políticos y esperando la noche para asistir a la cena que organizó su madre con la duquesa de Carisbrooke, la madre de Louis.

Y luego refiriéndonos a este, cada vez está más distante, demasiado sumergido en un conflicto entre Kent y Essex, pasando la mayoría de sus horas en las fronteras y llegando tarde sólo a asistir a las cenas de la reina.

Casi no ha podido hablar con él y Harry sinceramente no comprende cómo es que dentro de una semana se hará el anunció oficial de su compromiso, es increíble que case con alguien a quien casi nunca ve.

Suspira, mientras intenta con todo su ser, lograr enfocar en su labor y dejar de pensar en su vida personal.

Y luego llega su mente un recuerdo inesperado, de hace cuatro días, una brisa nocturna fría golpeando en un rostro pálido.

Las hojas del árbol amarillo cayendo sobre el suelo y cabello de este mientras él despide a la persona frente a la puerta principal del palacio.

Las luces de las velas destellaban sobre los ojos del joven.

Celestes, como el agua y el cielo, dando una sensación como la brisa del mar, profundos e intensos, son soñadores y le miran con aprecio a pesar de sus dilatadas pupilas por la falta de luz, le atraen y le hunden en su mar, los ojos de un alma dulce que le logra sonreír con estos.

Mantiene en su mente aquella mirada y la sonrisa amable continua a ella, cuando el viento golpeó la cara de este e hizo que cerrara un poco los ojos, sin embargo, el viento, ni el frío, lograron apagarlos.

Desde hace cuatro días, cuando no desea pensar en la preocupación que le causa Amabella, disfruta de traer a su mente aquel momento tan indescriptible, él ni siquiera sabe por qué le gusta tanto pero cada vez que lo recuerda, le da paz y tranquilidad, algo que él hace bastante tiempo no sentía y su corazón se logra agitar, lo que causa algo de gracia y duda.

. . .

Louis suspira.

Se encuentra nuevamente en la frontera, hoy está supervisando el desempeño de los militares.

Sonata de invierno (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora