XXXIL: A través de sueños

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Estaba nevando en su corazón.

Louis por primera vez en su vida no estaba usando su costoso traje real, ni estaba pulcramente peinado.

Sentado en el jardín con su mirada perdida usaba una camisa ancha y un pantalón, completamente desarreglado, mientras no lograba conseguir llorar más, era como si hubiera gastado todas sus lágrimas y no tuviera un corazón latente en su pecho.

Estaba fuera de si, en estado de shock mirando como el viento helado golpeaba con fuerza las ramas de los árboles, ni siquiera sentía sus dedos.

Le habían obligado a ducharse pero no pudieron obligarlo a usar su traje de duque o príncipe, sinceramente a Louis no le importaba lo que pensara la familia real sobre él.

Tenía los ojos rojos y su estómago le pedía alimento pero no quería comer nada, lo que también estaba complicando su salud.

Los primeros días fueron más sencillos que los últimos, porque al menos podía gritar y llorar con desesperación, ahora se había convertido en un fantasma que rondaba por el palacio y pasaba demasiado tiempo en el despacho de Harry.

Esperar a que Louis mejorara era casi tan complicado como para el duque sonreír, no tenía una razón y el único momento en que era meramente feliz era cuando entraba a su habitación matrimonial, lo que las demás personas a su alrededor lo veían como el punto más bajo de miseria al que el muchacho castaño podría sumergirse.

Le daba pena a todos pero no le importaba, así como a nadie le importaba la condición de su príncipe.

Las pastillas para dormir eran su mejor amigo y su banda para recogerse su cabello un poco largo su compañera.

Se había vuelto miserable desde que encontró a Harry agonizante bajo el árbol, recuerda haber entrado en colapso, gritando hasta lastimar sus cuerdas vocales de tal forma que desgarró su garganta y no pudo hablar con claridad durante varios días.

Se volvió incontrolable cuando llevaron el cuerpo casi sin vida de su esposo al palacio, suplicándole al médico de rodillas que lo salvara, mientras la reina veía la escena estupefacta con apenas lágrimas en sus ojos.

Louis era el único en el palacio que parecía un desquiciado, corriendo, gritando y golpeando a quien fuera porque salvaran a su amado.

Keanne estaba destruido pero su sangre era real y la familia no lo podía ver débil, así que se limitaba a llorar en silencio apretando su mandíbula tan fuerte con un nudo en la garganta que preocupó a Luckyan, quien consolaba a Louis cuando el médico dijo que no podía hacer demasiado por el príncipe y suplicaba su perdón a la reina por su deficiente trabajo.

Llevaron el cuerpo de Harry a la habitación matrimonial suya para dejarlo ahí a la espera de un milagro que lo sanara o a la espera de que corazón se detuviera por fin, lo que fuera mejor para él.

Cocieron las heridas abiertas de sus muñecas y le realizaban transfusiones de sangre dos veces al día para intentar mantenerlo vivo.

Esa era la razón por la cual Louis solo era feliz cuando iba a su habitación, porque ahí estaba el cuerpo de su esposo y podía estar con él. Se recostaba a su lado en la cama y lo abrazaba, sintiendo su piel helada y su respiración casi nula pero aún vivo.

Aún estaba vivo y esa era la única razón por la que Louis lo estaba también.

Esperaba el día en que Harry abriera sus hermosos ojos verdes y todo volviera a ser como antes porque aunque su amor nunca fue fácil con él, era único y suyo, ese amor era suyo y lo necesitaba.

Escuchó las tres campanadas de la iglesia sacándolo de su trance, eran las diez de la mañana, debía ver a Harry.

Se puso de pie sacudiendo sus prendas y caminó al interior del palacio un poco emocionado por verlo, con la esperanza de que estuviera mejor que ayer.

Sonata de invierno (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora