1: Saskia

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Bien, antes de que empiecen con la lectura, debo decir que todos los capítulos van a estar re-escritos, lo que quiere decir que habrán cosas que cambien, pero eso no alterará el resultado de la historia, no se preocupen por eso. También debo decirles que, lamento que les moleste el hecho de haber puesto la historia en borradores, pero es algo que debía hacer. Y bueno... creo que eso es todo por ahora. 

Disfruten su lectura. 


*** 


—¡Saskia! — El grito proveniente del primer piso me hace abrir los ojos de golpe—. ¡Llegarás tarde, date prisa! —No puedo evitar liberar un gruñido, estirándome bajo el calor sofocante de mi sabana, pero esta se ve rápidamente retirada, cuando mamá tira de ella.

Su típico moño desarreglado entra en mi campo de visión, y lo único que soy capaz de decir es: —Estaré lista en un momento.

—No estarías tan cansada si alguna vez en tu vida me hicieras caso —Parece enojado, pero sé que no lo está. En realidad, la comisura de sus labios se dobla un poco, haciéndome saber que estaba reprimiendo una sonrisa—. Necesitas una ducha fría.

Murmura algo sobre yo teniendo ojeras del tamaño de España, para luego marcharse de la habitación, dejándome hundir en mi pereza.

Rasco mi cuero cabello, negándome a luchar contra el sueño invadiendo mi sistema, pero termino por colocarme de pie, sabiendo perfectamente que no podría faltar a clases.

Cualquier chica a mi edad sólo podría pasar por alto la escuela, o simplemente inventar alguna enfermedad que, aunque sea mentira, una madre creería a ojos cerrados. Pero me había prometido no hacerlo, no luego de la separación de mis padres, ni de la increíble depresión que mi madre había pasado por dos años, dos años en los cuales sólo se concentraba en criarme, y en terminar sus estudios.

Cosa que no fue fácil.

Ella no necesitaba más dolores de cabeza y, efectivamente, yo no iba a convertirme en uno.

Suelto un suspiro y hago mi camino al baño mientras me deshago de la ropa que cubre mi cuerpo. Tendría que tomar una ducha rápida para luego intentar desayunar algo, cosa que veía imposible.

Realmente tendría que tomar en cuenta el consejo de mamá y dejar de leer hasta altas horas de la madrugada.

Una vez que termino de ducharme y cambiarme, bajo las escaleras de dos en dos, cargando mi mochila en uno de mis hombros. Los ojos de mamá no tardan en caer sobre mí y entregarme una bolsa, con lo que parecía ser mi desayuno.

—Dejé algo de dinero en tu mochila anoche, no comas tantos dulces.

—Lo intentaré —Beso su frente, antes de poder escapar de sus hábiles manos, y salgo volando de casa mientras grito un: —¡Te amo!

Escucho a lo lejos su despedida, pero aun así no me detengo. Camino con rapidez hasta que mi mirada cae sobre el gran camión de mudanza en la casa de al lado. El sol de la mañana parce querer hacer de las suyas, por lo que intento cubrirme un poco de él con mi cabello y emprendo mi camino nuevamente.

Varías miradas parecen caer sobre mí, y tampoco era para menos. Al usar ropa que no era para la ocasión, me hacían ver algo mal, cosa que no pasaba por alto.

Ser parte del grupo de literatura no parecía ser suficiente, al ser una Navarro –por parte de mi madre-, me dotaba con más volumen en algunas partes de mi cuerpo, cosa que no podía ser tan malo, siempre y cuando no se aglomere en los brazos y piernas, cosas que habían ocurrido conmigo pero, gracias a las dos horas diarias en el gimnasio, lograba mantenerme con una salud medianamente correcta.

INTRINSIC © |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora