Pasaron dos semanas, el invierno comenzaba a cesar para darle paso a la primavera y a sus hermosos colores.
Eliot y Mia se saludaban con una sonrisa cuando coincidían en los pasillos de la secundaria, no cruzaban palabra, pero era un avance.
Lo que pasaba por la mente de Mia era que Eliot estaba bastabte guapo, y resultaba ser muy amable, cada día de deshacía de la primera impresión que le dio. Mia pensaba que las primeras impresiones no son importantes en realidad, porque todos pueden cambiar de la noche a la mañana. Y ser algo así como "loco" no fue la impresión que quiso dar el castaño, pero así lo vio la pelirroja.
Y lo que pasaba por la mente de Eliot era que Mia se parecía bastante a ella... Ya no cabía duda de eso.
La pelirroja se encontraba aprovechando los minutos del receso para leer en la biblioteca, le gusta más hacer tal actividad al aire libre (que en esta ocasión sería uno de los patios), pero no le agradaba la tertulia que hacían los demás estudiantes a esa hora.
—Hazel, eh.
Ese pequeño comentario la hizo desviar la mirada de tinta y el papel para encontrarse con su transmisor, Eliot Marín.
Mia sonrió, asintió y dejó el libro a un lado para no ser descortez.
—Me gustan más los clásicos —opinó el chico—. Me siento más... —hizo un mohín —¿Intelectual?
Mia frunció su ceño un poco.
—La inteligencia no es depende de lo que leas —se sintió ofendida—. Que tú leas libros como los de Lovecraft o Edgar Allan Poe no te hace más que los que leemos autores modernos.
—Sólo digo que los libros de hoy en día ya no son como antes —hizo una mueca—. Los de ahora están sobrevalorados.
—Ajá, pero no está mal leerlos. No te vuelve más complejo leer lo que sacas del baúl. Deberías saberlo si lees tanto.
—Para los gustos, los tipos de libros —Eliot se encogió de hombros.
Mia negó con una risilla interna y volvió a tomar su libro cuando Eliot se fue a uno de los estantes.
Realmente ella nunca había leído a veteranos como Paulo Coelho o Gabriel García Marquez. Pero estaba convencida de que amaba leer los libros de películas, lo supo desde que su querido y eterno padre le regaló aquel libro de Jojo Moyes.
Eliot tomó asiento frente a ella con un libro de biología en las manos. Mia le dio una mala mirada, pues, creyó que lo hacía a propósito.
—¿Qué? —el castaño levantó una ceja —Lo necesito para mi tarea.
La chica le quitó la atención y volvió a intentar sumergirse entre la historia de los dos cancerígenos, pero no lo consiguió. Prefirió guardar el libro en su mochila amarilla cuando escuchó un gruñido por parte del chico.
—¿Te ayudo? —ofreció ella.
Él asintió frenéticamente tras oír aquella pregunta.
—Sí, por favor, me niego a pedirle ayuda a mi amiga —le pasó el libro de ciencias naturales.
Mia observó con detenimiento lo que el chico estaba viendo e inquirió:
—¿Qué tienes que hacer exactamente?
—Una maqueta del sistema solar —contestó serio.
Mia lanzó una carcajada que le dio algo de pena porque algunos la miraron de mala manera por el escándalo.
—¿Qué edad tienes, seis? —se burló, sintiendo la nata confianza de hacerlo.
—Tengo diecisiete, Mia —resopló con un fastidio fingido—. Sé hacer todo, menos maquetas —rodó los ojos.
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Ambos nos equivocamos
Teen FictionNo existe nada más doloroso que perder al amor de tu vida sin haber tenido la oportunidad de decirle adiós, y no hay nada más egoísta e insano que estar con una persona porque te recuerda a otra que amaste con cada partícula de tu corazón, con cada...