Capítulo 19: Deseo.

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Alerta de contenido sexual no explícito.


Mia le echaba un vistazo más a su reflejo en el espejo de la peinadora de su habitación. Llevaba puesto un lindo vestido acampanado de color ébano con las mangas a los lados, sus zapatillas de tacón hacían una perfecta combinación con el vestido y con su cabello, el cual estaba atado en un moño alto y con unos mechones sueltos, detras de sus orejas.

Ladeaba su anatomía, se movía de adelante hacia atrás y daba pequeñas vueltas, aún pensando que algo le faltaba a su atuendo.

Eliot tocó la puerta de su habitación sólo para avisar de su llegada, pues estaba abierta.

—Esperaba encontrar a mi novia, pero me puedo escapar un rato contigo, guapa. No creo que se entere —bromeó, halando su mano.

La atrajo hacia su cuerpo y comenzó a jugar con el mechón detrás de su oreja.

—Bobo —Mia le besó los labios.

Él sacó la mano que tenía escondida detrás de su espalda, ella no había notado que ocultaba algo sino hasta que una peineta pinchó unas hebras de su cabello. Eliot le besó la mejilla cuando ella volvió a ver el espejo.

Le había colocado una hermosa peineta en forma de tiara, con diamantes de sharousky incrustados en toda la parte superior, la base estaba hecha de un metal tan reluciente que servía como un espejo. Era hermosa, parecía nada más y nada menos que la mismísima corona de la miss universo, sólo que unos pocos centrímetros más pequeña.

La pecosa permanecía anonadada al mirar su apariencia con ese nuevo accesorio, volvió en sí cuando Eliot plantó un beso en su quijada, haciéndola reaccionar.

—Eliot, esto debe ser carísimo... —pasó saliva, tocando los bordes de su cabeza.

—Digamos que no sólo estuve ahorrando para la bicicleta —la abrazó desde atrás.

—No debiste molestarte en... Dios mío, no puedo aceptar esto, ha de haber costa...

—Es una falta de respeto regresar algo que te han regalado —la interrumpió él, descansando la barbilla en su hombro—. Bea me dio lo que faltaba para terminar de pagarla, es como un regalo de parte de ambos.

Ella suspiró.

—Siento que me estoy aprovechando de ustedes. Bea me compró cientos de cosas, incluyendo la ropa que llevo puesta. Ayudó a hacer mi desayuno, tú pintaste mi techo, ¿Y ahora me dan una corona que vale incluso más que todo mi outfit? —frunció los labios.

—No es una corona, es una tiara —aclaró él.

—Sabes a qué me refiero —zanjó.

Eliot exhaló.

—No pienses en eso —le dio media vuelta y la tomó por los antebrazos—. Ahora que te veo con ella puesta, sé que valió cada peso.

—¿Por qué tienes que ser así? —ella colocó las manos en su cuello, pasando sus dedos por la tela de la camisa —¿Cómo haces para decir cosas tan bonitas y que así la molestia se me vaya de inmediato? —frunció el ceño.

El castaño soltó una risilla y la atrajo más hacia su anatomía. Mia, por primera vez en toda su vida, sintió que la piel se le erizaba ante la cercanía de sus cuerpos.

Eliot y su don de desatar sensaciones de ímpetu.

—¿Nos vamos ya? —inquirió Bea, asomandose por el umbral de la puerta.

—Claro —Eliot tomó la iniciativa de apartarse, pero su novia se aferró a su cuerpo como si su vida dependiera de ello.

—Sí, ya vamos —concluyó ella, logrando que quedasen solos de nuevo.

Ambos nos equivocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora