Capítulo 12: El secreto de Eliot (Parte 2)

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Vianka era la hermanastra de Eliot, su mirada era tan empática que daban ganas de ver sus ojos toda la vida. Era muy hermosa, su cabello era largo y lacio de color cobrizo, tenía una contextura delgada. Sus carcajadas iluminaban al mundo —Bea relataba la historia con ciertas pausas mientras se acariciaba el nacimiento del cabello—. Era tan mágica que nadie quería ir a ningún sitio si no estaría ella, echizaba de buena manera a todo aquel que la conociera.

»Salíamos a pasear todos los fines de semana, y cuando no, nos reuníamos aquí en mi habitación para hablar de cualquier tema. Éramos felices. Un día un compañero de trabajo de mi papá vino a reunirse con él y lo acompañaba su hija Pipper, a Vianka y a mí nos cayó bien apenas la conocimos; atrevida, extrovertida, divertida, bromista, muchas cosas la caracterizaban. Le gustó a Eliot desde el primer instante en que lo vio, pero a él no le interesaba Pipper, sino cierto espécimen de cabello naranja.

»Él sólo fingía ser amable con ella porque nunca le ha gustado la idea de ser mal educada. De "Casualidad" —hizo comillas con sus dedos —llegaba ella cada fin de semana, exactamente a la hora que se suponía que estábamos reunidos nosotros, o iba y se aparecía en el parque. Eliot ya no la soportaba porque decía que era una presumida y poco humilde. Entonces...

Hizo una pausa por el nudo que se formó en su garganta, relamió sus labios un par de veces mientras inhalaba y exhalaba hasta estar lista para contar el resto de la historia.

—Un día yo estaba aquí con Pipper, pintandonos las uñas, era sábado. Vianka me había llamado al celular para avisarnos a ambas que venía en camino, Eliot metió una excusa para no venir por obvias razones.

Se sentó posición de indio en el centro del colchón con las lágrimas goteando en su barbilla. Mia también se sentó y le agarró ambas manos en señal de apoyo, pero sin emitir palabra alguna.

—Esa fue la última vez que oí su voz —acercó los nudillos de la pecosa a su rostro y la miró a los ojos—. Fuimos a la estación de policía junto a su padre, la mamá de Eliot y mis padres. Nos dijeron que debíamos esperar un plazo de setenta y dos horas para comenzar con su búsqueda.

»Mi padre movió cielo y tierra, buscando a un detective que iniciara con la búsqueda lo más antes posible, a todos les ofrecimos cantidades exhuberantes de dinero, pero todos nos dijeron lo mismo. Pipper se perdió por un tiempo. Yo me quedé en casa de Eliot dos días, no dormíamos con la esperanza de que Vianka apareciera. Ambos estábamos cansados, pero nos negabamos a dormir.

Su llanto se hizo más fuerte.

—Al tercer día llamaron a Hugo, el padrastro de Eliot.

Exhaló pensadamente y agachó la cabeza.

—Reconocimos su cuerpo en la morgue.

Fue entonces cuando Mia la atrajo hacia ella con todas sus fuerzas y comenzó a acariciar su melena teñida mientras se encogía entre sus brazos.

—Lo siento mucho —susurró la pecosa.

—¡Vianka era mi mejor amiga! —exclamó— ¡La violaron, Mia, fue un maldito violador! —el vestido que llevaba Mia comenzó a empaparse con las lágrimas de Bea —¡Eliot se ha culpado todos los días por no haberla acompañado!

Aquella confesión hizo que el corazón de Mia se arrugara, esa noche comprendió muchas cosas. Por qué Eliot se había preocupado en seguirla al cementerio, por qué no quería que lo acompañara de noche a la parada de buses, por qué el cartel y la camisa en la marcha feminista, por qué hacía callar a Bea metiendo galletas en su boca el día que se presentaron. Comprendió demasiadas cosas y derramó lágrimas junto a la cumpleañera.

Ambos nos equivocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora