La noche del sábado por fin había llegado. La pecosa se veía algo insegura en el espejo de su peinadora. Se había colocado el vestido dorado que le prestó su amigo la tarde anterior, su nana la había ayudado a atarse el cabello en una cebolla perfecta, pero dejando dos mechones sueltos a los lados de su frente.
No sabía si se veía bien así, o si le faltaba algún otro detalle. En ese momento la vida le estaba comenzando a pasar factura por no tener amigas que la maquillaran. Aunque en parte eso la tenía sin cuidado, tenía a Eliot y no necesitaba nada más.
Suspiró, pasando sus manos por la seda de dorada que se aferraba un poquito a su cintuta, haciendola lucir como una muñequita. Su calzado de basaba en unas zandalias de tacón pequeño con piedrerías brillantes que le había regalado su hermana como dos años atrás y hasta entonces no se había presentado la oportunidad de lucirlas. Estaba conforme con su aspecto del cuello hacia abajo, de eso no se podía dudar, pero la simpleza de su cara le pedía que le pusiera algo de color mediante el su reflejo.
Decidió tomar un brillo y aplicarlo sobre sus delgados labios como una pequeña capa superficial.
—Dios mío —aquella voz hizo que la chica detuviera el proceso de su pequeño intento de maquillaje—, que hermosa te ves.
Sólo esa oración de seis palabras, veintidós letras y una sinalefa bastaron para que las mejillas de la chica adquirieran un color rosa.
Eliot llevaba puesto un pantalón negro de mezclilla, botines timberlake de color ocre y una camisa de botones con franjas verticales doradas. Su cabello iba peinado hacia un lado, en su muñeca reposaba un Baby G de color blanco y emanaba un delicioso y embriagador olor a perfume de hombre.
—Hola —saludó la chica con timidez.
Él relamió sus labios mientras le lanzaba a su cuerpo una mirada de soslayo.
—¿Estás lista? —le preguntó con la cabeza ladeada.
Ella se miró en el espejo por un segundo y asintió, dejando que Eliot la guiara fuera de su cuarto, ella con su mano agarrada al brazo del chico.
—Ya nos vamos, nana —le avisó Mia a la aludida apenas atravesaban la sala.
—Chao, Dios me los bendiga —les deseó buena suerte y ellos salieron a abordar el Uber que los esperaba.
*
La música electrónica de la fiesta tenía tanto volumen, que hacía vibrar el cuerpo de cualquiera que estuviera cerca, hasta había que temer de que las paredes colapsaran en cualquier momento. Las luces de colores bailaban por el aire como si fuesen parte del oxígeno, siendo lo único que iluminaba la gran mansión. Eso apenas se veía desde afuera.
Mia y Eliot iban avanzando por el gran jardín de la entrada, afuera habían personas fumando y hablando por sus celulares, tapando su oído desocupado para poder oír bien a la persona del otro lado de la línea. La pelirroja se sentía como en una película, el ímpetu se esparcía a lo largo de sus otras sensaciones. No le importó que para los otros invitados fuese normal asistir a celebraciones así, ella se permitió detalladamente cada espacio de la fachada con libertad mientras que el castaño se quedaba paciente a su lado.
La casa contaba con dos plantas, la de abajo estaba completamente construida con transparentes vidrios blindados que permitían ver absolutamente todo desde el exterior, todos los estantes y objetos de verdadero valor fueron retirados por motivo del festejo, dejando únicamente los juegos de muebles y una mesa de cristal. La segunda planta estaba dividida en dos, formando dos habitaciones, unidas sólo por un mismo balcón de barandas metálicas. Aquella vivienda era un espectáculo, todo lo relacionado con Bea Francis era sinónimo de prestigio.
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Ambos nos equivocamos
أدب المراهقينNo existe nada más doloroso que perder al amor de tu vida sin haber tenido la oportunidad de decirle adiós, y no hay nada más egoísta e insano que estar con una persona porque te recuerda a otra que amaste con cada partícula de tu corazón, con cada...