Epílogo.

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Corazón de
papel.

MIA

La ignorancia es un arte que irónicamente sólo el sabio comprende, y que el propio ignorante odia sin saberlo.

Por eso apago mi celular, ignorando deliberadamente las insistentes llamadas de Eliot.

Han pasado tres meses desde que decidí terminar con la mentira que me envolvía. Mis clases habían transcurrido tranquilas y sin interrupciones por su parte, parece que respeta mi espacio personal, pero no mi decisión de no querer oír su voz a través de la línea telefónica. La semana pasada culminé mi último año de bachillerato, en este momento me encuentro haciendo mis maletas.

Más que un deseo, estar a kilometros de Eliot se siente como una necesidad; no por orgullo, sino porque un sentimiento tan profundo no puede cambiar en tan poco tiempo, y siento miedo de regresar a su redes y permitir que haga añicos el corazón que él mismo quebró. Comenzar la universidad en un lugar nuevo es suficiente razón para marcharme, estar lejos de él fue lo que me impulsó a ahorrar para los pasajes.

Resoplo, doblando algunas camisetas. No sé cómo se habrá enterado de mi partida intencional, pero desde anoche me está implorando que me quede. Pero no pienso seguir ocupando una vida que no me pertenece sólo porque es algo que representa a su vida, a su obsesión insana.

No me he sentido mal por haberme alejado, sólo decepcionada de mí misma por desperdiciar casi dos años de mi vida con alguien que vive de apariencias porque le da la gana. Lo único que lanza punzadas estremecedoras a mi alma es ver a mi gato triste por la ausencia de Eliot, pero no pienso retroceder.

Procedo a revisar los documentos importantes en una carpeta para así guardarla y continuar empacando las prendas de ropa, me siento en la orilla de la cama cuando una pequela hoja se sale de la carpeta, suelto una exhalación exagerada al ver el papel.

Recuerdo exactamente su origen, Eliot y yo nos encontrábamos en el jardín de la casa de Bea, observando las estrellas, esa noche había una lluvia de meteoros. En fin, él estaba anotando cosas en un blog pequeño porque tendría un examen importante dentro de unos días, al verme tan ensimismada en los pequeños puntos blancos e intermitentes que acompañaban a la luna; escribió algo en una de las hojitas y me la tendió.

"Quisiera darte todas
las estrellas, pero tú
ya brillas más que ellas"

La comisura de mis labios se eleba en una sonrisa inexpresiva, decidiendo quedarme con el recuerdo de un enamoramiento fugaz; regreso la nota a la carpeta en lugar de desecharla.

Es increíble cómo algo tan aparentemente nimio como un papel, puede tener un valor sentimental o representativo para una persona. Recordando las migajas de amor que recibía por ser la copia de alguien que ya no vive, he reflexionado sobre muchas cosas. Y en este momento me doy cuenta de que las personas somos como una hoja de papel, nuestro destino es así de impredecible; la vida se encarga de ponernos a la disposición de alguien, nuestro corazón de papel sólo tiene que aguardar a la desición de su portador; el destino puede convertirnos en algo importante como la copia de un documento, una carta de amor, un exámen esencial de alguna materia, incluso en un lindo barquito de papel que quizás distraerá a alguna persona durante algunos segundos; o simplemente podemos terminar como la hoja arrugada para encender la hornilla de una cocina. En mi caso, fui esa hoja de papel que ayudó para el beneficio de alguien, pero no me usaron de la manera correcta, y lamentablemente debo marcharme y aferrarme a la esperanza de que llegará alguien que descubra cómo aprovechar lo que ha quedado de mi papel, porque no permití que las llamas de una terrible mentira me envolvieran en algo tan insignificante como un pequeño tumulto de cenizas.

Ambos nos equivocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora