Era domingo, así que Mia y su nana decidieron pasar tiempo juntas al darle amor a la flora de su pequeño hogar. Gertrudys removía la tierra mientras Mia cortaba la maleza de algunas plantas en lo que conversaban sobre la infancia del padre de las hermanas. Cyia estaba en el mercado comprando cosas para llenar la despensa.
—Bueno, una vez estábamos en la finca de mi hermana Juana —comenzó a contar una de tantas anécdotas —en Tijuana. Tu padre tenía siete años, yo estaba ayudando a bajar unos mangos para un jugo y Gregorio —el padre de las hermanas —salió corriendo, me dijo "Mami, ven a ver este nido de mariposas" y cuando fui, era una mata de plátanos. Él creía que las mariposas salían del racimo cuando está morado porque normalmente se la pasan ahí —ambas rieron—. Mi hermana lo molestó con eso hasta que tenía como quince años.
—Me imagino la vergüenza cuando supo la verdad.
Ella se adentró a la casa y llenó de agua una de las regaderas para humedecer las plantas, aprovechando que aún eran las diez de la mañana. Al salir, escuchó una campana sonar a lo lejos, tal sonido fue acercandose hasta que Eliot hizo acto de presencia con los dedos sonando la campanita.
—¡Mia, me acabo de comprar una bicicleta! Mira, mira, miraaa —sonó la campana consecutivamente y se bajó, emocionado de ver a la mujer de tercera edad —¡Hola, nana! —la abrazó y le besó la piel arrugada de las mejillas como si tuviera siglos sin verla —Ese gorro te sienta bastante bien, eh —le guiñó un ojo, comenzando a caminar a donde la pecosa yacía de pié con la regadera.
Al chico se le veía bastante contento, tal emoción no era muy frecuente mostrarla, pero ahí supieron que Eliot era de esas personas que te transmitían alegría de sólo verlo sonreír abiertamente. Mia se sintió extraña cuando una sensación desconocida hasta ese entonces se presentó en la boca de su estómago.
—¡Mia, me compré una bicicleta! —exclamó nuevamente para asegurarse de que su amiga le había oído —Vámonos a dar una vuelta.
El gato mestizo salió corriendo apenas escuchó la voz de Eliot, éste lo alzó entre sus brazos a la espera de una respuesta por parte de la chica.
Ella le pidió permiso a su abuela con la mirada, puesto que aún no habían terminado de retocar el jardín, Gertrudys asintió repetitivamente y señaló a la bicicleta con la cabeza y una sonrisa dulce.
—No sé manejar bicicleta —admitió, pasandole por un lado para echarle agua a unas bella a las once que estaban por florecer.
—Yo te llevo —la siguió aún con Vincent entre los brazos—. Andaaaaa, hasta compré dos cascos —bajó al gato para ir a buscar lo mencionado, el mestizo lo siguió de todas formas—. Uno pa' ti y uno pa' mí —le tendió uno, colocandose el otro.
La chica suspiró, se dio media vuelta y dejó que su amigo le colocara el casco. Al ver en la canasta de la bicicleta un lienzo, pinceles, agua y varios potes de pintura, arrugó las cejas.
—¿Y eso? —señaló las cosas.
—Son una herramienta sorpresa que nos ayudará más tarde —contestó con simpleza—. Agarra al gato y me lo pones en el regazo cuando te diga, por favor —precedió a montarse en la bicicleta y a colocar un pié sobre uno de los pedales—. Ahora, Mia, monta al gato.
—¿Estás loco?
—¿Por qué pues? —la vio con una ceja enarcada —Monta al gato, Mia.
—¡¿En serio nos vamos a llevar al gato, Eliot?!
Él exhaló y agarró a Vincent él mismo para ubicarlo sobre sus piernas.
—Sí, Mia, nos vamos a llevar al gato. Ahora súbete tú.
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Ambos nos equivocamos
Novela JuvenilNo existe nada más doloroso que perder al amor de tu vida sin haber tenido la oportunidad de decirle adiós, y no hay nada más egoísta e insano que estar con una persona porque te recuerda a otra que amaste con cada partícula de tu corazón, con cada...