Capitulo siete: Segundo corazón de papel.

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En el epílogo de "Ella no supo ser Julieta" Mia explicó que su corazón estaba hecho de papel, y que Eliot le había dado una utilidad impropia, haciendo sentir mal a la chica que le entregó su amor incondicional. Ahora, él está teniendo la oportunidad de acomodar el papel que arrugó con sus malas acciones, pero... ¿Y si el papel no solo es significativo para su historia?

El papel luce como algo insulso, bien se lo puede llevar el viento como al tiempo, pero ese material procesado y originario del tronco de un árbol, puede cambiar por completo la vida de una persona. Muchos ven al papel como algo insignificante, y es irónico que hasta lo más importante para unos, puede lucir ridículamente nimio ante los ojos de otros.

Conclusión: todo en la vida es importante, por más infravalorado que pueda llegar a parecer. No hay que menospreciar la existencia de nada ni nadie, sea un objeto o ser vivo, porque CUALQUIER COSA puede ser predilecta y sentimentalmente simbólica para alguien.

Nada existe porque sí, todo tiene su valor, incluso si es invisible ante nuestros ignorantes ojos y nuestra alma carente de empatía.

Fue una hoja de papel la que puso de cabeza la estabilidad emocional de Arantza una gélida e inhóspita mañana decembrina.

«Negligencia médica» esas dos palabras plasmadas en tinta se tatuaron en sus retinas y cobraron vida en cada lágrima que descendía por sus mejillas. Dos palabra que sin muchos rodeos podían hacerle perder el derecho a continuar ejerciendo su carrera y, por si fuese poco, la custodia de su hija.

El motivo de su llanto fue una equivocación que cometió dos días atrás mientras laboraba en La Intemperie. Había acabado de ser parte del nacimiento de una nueva vida humana en la tierra, el doctor al mando le había ordenado buscar los materiales necesarios para la limpieza y el curetaje de la mujer recién parida; mientras se dirigía al despacho para buscar los implementos que requeriría su trabajo, una llamada entrante a su celular hizo que se detuviera por unos minutos.

—¿Mami? —era la voz de su consentida.

—Mami está ocupadita, cielo, ¿puedes esperar a que te regrese la llamada en un momento?

—Tengo mucho miedo —explicó la pequeña—. Estaba viendo por la ventana cuando pasó un auto de ese color feo y... Estoy asustada, por favor ven.

Arantza relamió sus labios, sintiendo su corazón comprimido. No podía salir de su trabajo así como así, mucho menos si su ex-pareja le estaba siguiendo todos y cada uno de los pasos, ansiando que la mujer rozara aunque fuese un minúsculo márgen de error.

—Llama a la tía Cyia, pero no me dejes sola —las súplicas de Sah comenzaban a desesperarla.

—Tía Cyia está trabajando, cariño —la voz de Arantza comenzaba a desquebrajarse—. Espera un poco más, terminaré en pocos minutos y salgo corriendo para allá.

Pero la chiquilla estaba muy sumida en la causa de su fobia. Aunque se encontrara al otro lado de la línea, su madre sabía que estaba hecha un ovillo bajo sus sábanas, y con su cuerpecito temblando de pavor.

—¿Y Eliot? —Sahara insistía.

—Claro, cielo —la enfermera suspiró—. Le diré a Eliot que vaya a hacerte compañía. Te quiero, adiós.

—Chao, mami.

Al finalizar la llamada, Cyia apresuró el paso al despacho para recoger el material de la limpieza y el curetaje, y a la vez buscaba en su directorio el número de Eliot para implorarle que fuese hasta su departamento. Por fortuna, él no la hizo esperar, salió corriendo a socorrer a la pequeña apenas su madre se lo pidió.

Ambos nos equivocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora