Eliot se le quedó viendo hasta que volvió a trotar hasta ella cuando no vio un auto que casi la atropelló. La mujer cubrió su rostro con ambas manos luego de que el conductor le echara una insultada, ella estaba fuera de sí. Al parecer, la reciente discusión había sido más fuerte de lo que aparentaba.
—Déjame ayudarte —Eliot le puso una mano en en hombro y pasó saliva cuando sintió que ella empezaba a llorar del estrés—. Oye... No tengo auto para llevarte a tu casa, pero hace muchísimo frío y tú no estás bien abrigada —suspiró—. Deja que al menos te invite a un café.
Tras meditarlo unos segundos, la mujer se dejó llevar por él, ninguno dijo nada, sólo cruzaron la calle y se adentraron al starbuks al que él iba a entrar antes de verla. Eliot pidió por la mujer al ver que ella simplemente fue por una mesa, luego él se sentó frente a ella.
—Espero que te guste el descafeinado —le dijo con algo de pena—. No vaya a ser que más tarde no puedas dormir y...
—Está bien —ella le dedicó, lo que pareció ser, la sombra de una sonrisa—. Gracias.
El castaño simplemente asintió y envolvió la taza con sus manos enguantadas antes de calentar su interior con el líquido. Ella hizo lo mismo, limitándose a mirar a las personas pasar por la ventana.
Él la detalló, no era de olvidar caras, y le pareció que la había visto en algún momento. Quitándole los ojos hinchados y el cabello un poco despeinado, consiguió reconocerla.
—Ya decía yo que te había visto —mordió el interior de su mejilla—. Eres Arantza, ¿no? Me acompaste el otro día a La Intemperie.
Ella repiqueteó los dedos sobre la taza y lo miró detenidamente. También lo reconoció.
—Sí —asintió—. Sí, ya lo recuerdo.
—Gracias por ser mi guía.
Ella hizo una mueca, alzando el café como respuesta.
—Pues, supongo que no hay nada qué agradecer —sonrió un poco.
Él le dedicó una pequeña sonrisa y se limitó a calentarse con la bebida, en silencio. Ella parpadeó, pasando el dedo índice por el borde de la taza y decidió dialogar un poco para distraerse de todo el desorden de hace unos minutos.
—¿Pudiste encontrar a la mujer que buscabas? —lo miró.
—¿Eh? —Eliot pareció confuso, no se esperaba que ella fuese a hablar de nuevo— Ah, sí. Sí pude verla.
—Me da gusto saberlo —ella le sonrió con sinceridad.
Después de otros minutos de más silencio, Eliot se tomó el atrevimiento de indagar en el asunto que había interrumpido.
—¿Puedo preguntar?
No tuvo que decir más, ella entendió a qué se refería. Meditó unos cuantos segundos, él la había salvado de una discusión que, de no haber llegado, habría pasado a ser una pelea en la que ella tendría todas las de perder; sin conocerla, se preocupó porque un auto casi se la llevaba por delante, y también la había salvado de la hipotermia.
Parecía un buen sujeto, como mínimo merecía aclararle la duda.
Arantza dio un sorbo al café antes de dejarlo a un lado para contarle.
—Es el papá de mi hija —explicó—. Es un hombre casado, fui su amante por más de un año y me abandonó cuando quedé embarazada —negó con la cabeza mientras suspiraba—. Cuando su mujer se enteró de que tenía una hija conmigo, prácticamente lo obligó a quitarme a la niña para criarla con ella, sino le pediría el divircio. Desde entonces está empecinado con quitármela, ya ni siquiera sé cómo impedirlo —su voz se quebró.
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Ambos nos equivocamos
Fiksi RemajaNo existe nada más doloroso que perder al amor de tu vida sin haber tenido la oportunidad de decirle adiós, y no hay nada más egoísta e insano que estar con una persona porque te recuerda a otra que amaste con cada partícula de tu corazón, con cada...