Tres semanas habían pasado luego de los sentimientos mutuos y revelados de Romeo y Julieta. Caminaban por el parque una tarde de junio con la compañía de su amiga Bea. El castaño estaba en el medio, sujetando las manos de ambas mientras transitaban por el sendero de concreto.
—El profesor no había tenido chance de corregir los trabajos —Mia comentó sobre el silencio del trío—, saqué un diez. Creo que te cobré el haberte ayudado con la maqueta del sistema solar —soltó una exhalación de gracia y se aferró al brazo de su novio.
—¿Eso te dijo? —inquirió Bea con una ceja levantada hacia el chico.
—¿Qué? —cuestionó Mia, a la espera de recibir una pregunta más concreta.
—¿Qué de qué? —interrumpió Eliot, soltando la mano de su amiga para hurgar en el bolsillo de su pantalón de chándal —Bea, traete unos refrescos y unos elotes que hay harta hambre —le tendió unos pesos, la chica le dio una mala mirada—. Anda, y te compras algo bonito con el cambio —le guiñó un ojo.
Bea rodó los ojos y les dio la espalda para ir hasta el puesto de elotes en lo que la pareja buscaba una banca.
—Te mentí —confesó Eliot a medias para luego explicarse bien—. Sí sabía hacer una maqueta, pero quería acercarme a ti.
Mia negó con la cabeza como si su novio fuera un niño chiquito que acababa de hacer una morisqueta.
—Lo sé, jamás me comí el cuento de que un pintor tan talentoso como tú no supiera hacer algo tan sencillo como una maqueta —alzó su rostro, pidiendo un beso al chico con los ojos cerrados y habló cuando éste le concedió el anhelo—. Pero pensé, ¿Por qué no seguirle el hilo? Pues debe estar muy interesado como para crear de imprevisto una mentira tan absurda.
—¿Soy tan malo mintiendo? —preguntó él, uniendo sus labios otra vez.
—Sí, malísimo. Malísimo— estaba segura de ese pensamiento erróneo. Eliot era eficiente para mentir, tanto como lo era a la hora de componer una canción que sí o sí, tocará algún rincón de tu alma—. Tampoco me sorprendería que "casualmente" —hizo comillas con sus dedos —te sentaras junto a mí a ahogarte, sucio mentiroso. Había un chingo de bancas vacías.
—En mi defensa... —le atrapó otra vez la boca, está vez sus labios quisieron que su encuentro fuese unos segundos más duradero—. Estaba ocupado hablando con mi amiga, así que no me fijé si habían otros puestos vacíos, y la misma distracción fue la que me llevó a ahogarme.
—¿Y la misma distracción fue lo que te llevó a perseguirme al panteón, Eliot? —alzó ambas cejas, acusandolo. Él rió, dando a su pareja una perfecta vista de sus hoyuelos y entrelazó sus dedos —No te creo nada.
Él besó su mano, risueño y esa conversación murió cuando Bea Francis llegó con una bandeja de plástico.
Los tres comenzaron a comer las masorcas de maíz con picante y queso mientras conversaban sobre el concurso de arte que sería en unos días.
—Pon a competir Las Amapolas —sugirió Bea, luego de tomar un poco de su refresco de uva.
—¡¿Imitaste a Las Amapolas de Claude Monet?! —preguntó la pelirroja en un chillido, hasta con la boca llena sin darse cuenta.
—No, wey, las de Shakira —contestó su novio, irónico, ganandose una mala mirada de la chica—. Las pinté cuando tenía trece, no se parecen en nada —le pellizcó la nariz para que no lo siguiera mirando feo—. No sabía que te gustan.
—Mi mamá... —carraspeó su garganta, notando que insconscientemente sacó a relucir un tema incómodo. Sin embargo, prosigió—. Mi mamá tenía ese cuadro en la oficina donde trabajaba, a mí me gustaba verlo.
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Ambos nos equivocamos
Teen FictionNo existe nada más doloroso que perder al amor de tu vida sin haber tenido la oportunidad de decirle adiós, y no hay nada más egoísta e insano que estar con una persona porque te recuerda a otra que amaste con cada partícula de tu corazón, con cada...