Capítulo 4: Una carta

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Escuché la alarma de mi celular, desperté cansado y muy adolorido pues había dormido con la cabeza apoyada en el piano

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Escuché la alarma de mi celular, desperté cansado y muy adolorido pues había dormido con la cabeza apoyada en el piano. A mi lado estaba Gabriel, dormido sobre la silla. Se veía tranquilo, como si estuviera teniendo un buen sueño. 

No quise despertarlo así que solo subí a la cocina a preparar el desayuno para los dos. Eran las 6:15 AM, ¿quién se despierta a esa hora un domingo después de haber tocado hasta la madrugada?

Saqué un par de huevos del refrigerador, tomé la botella del aceite, un sartén y encendí la estufa.

—Hey, buenos días.

Gabriel entró a la cocina como si fuera un zombi, se notaba que aún tenía sueño. Pensé que no había hecho ruido cuando me fui, pero al parecer lo desperté.

—¿Qué haces despierto tan temprano? Deberías estar dormido —dijo, frotándose un ojo.

—Igual que tú —repetí—. Creí que seguías dormido.

Serví ambos platos y nos sentamos a la mesa.

—Yo seguiría dormido si alguien no me hubiera despertado tan temprano.

Si no lo conociera creería que estaba molesto. Poco después de que terminamos de desayunar, Celia entró a la cocina y nos saludó muy dulcemente. Ella ya estaba despierta cuando nosotros salimos del sótano, se acostumbró a madrugar desde mi incidente hace casi cuatro años. 

Preparamos un postre de canela los tres juntos hasta que se dieron las 8:00 AM, hora en que abría el mercado local.

—Tenemos que irnos ahora si queremos evitar las filas largas —dijo Celia con voz suave— ¿No quieres acompañarnos, Gally?

"Gally" es el apodo que mi nana le había puesto a Gabriel desde que éramos más pequeños, a mí me parecía gracioso y a él no le molestó nunca. A fin de cuentas, era su nombre mal pronunciado por un Gabriel más pequeño.

—Me gustaría ir con ustedes, pero debo regresar a casa, además iré a ver a mi novia más tarde.

Cuando él se fue me dejó los discos de anoche, dijo que podía quedármelos y que más de uno me gustaría. Yo estaba encantado, guardé los discos en una caja para que no se maltrataran y baje las escaleras corriendo.

Llegamos al mercado. Era un lugar muy grande, lleno de puestos coloridos donde vendían cualquier cosa que pudieras imaginar: frutas y verduras, accesorios para teléfono, ropa, cosas para el hogar, artículos de jardinería, comida rápida, juguetes para niños, libros y muchas cosas más.

En el mercado, todo es más barato y fácil de conseguir que en las grandes tiendas, por lo que nosotros preferimos comprar aquí, usualmente los domingos está lleno de gente, pero hoy estaba casi vacío.

Pasamos por muchos puestos, mi nana iba haciendo las compras y yo iba cargando las bolsas. No estaba prestando mucha atención, caminaba en modo automático hasta que un puesto pequeño llamó mi atención; vendían cositas de arte. 

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora