Capítulo 22: De paseo

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Después de casi una hora de camino en carretera, llegamos a un parque de diversiones a las afueras de la ciudad

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Después de casi una hora de camino en carretera, llegamos a un parque de diversiones a las afueras de la ciudad. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve en un lugar así, éramos niños.

—¿No te parece muy cliché? —pregunté— Como en las novelas románticas que suele ver mi mamá.

Gally puso los ojos en blanco, me tomó de la mano y me llevó hacia la entrada. A estas alturas, la sensación de su mano entrelazada con la mía comenzaba a sentirse familiar. Había menos gente de la que creí que habría, las atracciones no me parecían tan grandes como cuando era un niño y el ruido era inmenso.

Caminamos dando vueltas alrededor del parque para explorar hasta encontrar un juego que no pareciera peligroso. Gabriel quería subirse a todo lo que veía, y todo se veía mortal. Recién estaba empezando a tomarle el ritmo a este juego llamado vida, no quería irme así nada más por culpa de una atracción descuidada.

—Lo que pasa es que todo te da miedo —dijo—, nada es tan malo como parece.

—¿Y si los cinturones de seguridad fallan? ¿Y si algún tornillo se sale de su lugar?

—Eso no va a pasar, tienen que pasar un filtro antes de...

—Pero no siempre son confiables, los accidentes pasan.

Él sólo sonrió y siguió caminando a mi lado hasta que encontramos un túnel de agua. No se veía tan peligroso, así que nos formamos para subir en la siguiente vuelta. La fila avanzaba rápido y pronto nos llegó el turno de subir, nos sentamos en un pequeño bote en forma de rana y esperamos a que comenzara a moverse.

No tenía cinturones de seguridad, sólo un par de aros de metal a los costados para sujetarse. Eso no me daba mucha confianza, pero tampoco podía bajarme; ya estábamos alejándonos de la orilla y no hubo tiempo para arrepentirme. 

Además, se veía como un tranquilo paseo en bote, no podía ser tan peligroso. Después de todo, si no había tanta seguridad en los botes era porque no se necesitaba, ¿no?

Pasamos algunas curvas y todo parecía seguro, las luces eran tenues y había plantas muy bonitas en las orillas del agua. Parecía incluso romántico.

—Te dije que las atracciones no son peligrosas —dijo él.

—Esta es tranquila —respondí—, pero hay otras peores, ¿qué me dices de "El martillo"? Eso suena a una muerte segura.

—Admito que el nombre no ayuda, pero no es tan mala como suena.

Había luces con forma de rana que decoraban las orillas del túnel, estiré la mano y pude tocar las plantas artificiales que rodeaban el bote al pasar. Gabriel sumergió la mano en el agua y me arrojó un par de gotas a la cara, cosa que hice también a modo de juego. Ninguno de los dos estaba hablando, pero podíamos entendernos sólo con la mirada. Este paseo era demasiado tranquilo para ser cierto.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora