Capítulo 25: ¿Y si vienes conmigo?

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Definitivamente hoy no era un buen día para despertar

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Definitivamente hoy no era un buen día para despertar. La estúpida alarma en mi celular llevaba sonando desde las seis de la mañana, pero no fue hasta media hora más tarde que dejé de posponerla y la apagué de una buena vez. Volví a refugiarme bajo las cobijas, en serio no quería levantarme.

No tenía sueño, tampoco era la pereza lo que me mantenía en la cama. Era temor. Durante las últimas semanas había tratado de ignorar lo que estaba por venir y que, para mi desgracia, estaba por cumplirse en menos de veinticuatro horas. 

Hoy era ese día, ese maldito día que tanto había suplicado que no llegara nunca; esta noche mis padres se irían a Francia, arrastrando con ellos lo que quedaba de mi suerte en el amor.

Un par de golpes se escucharon en la puerta seguidos de la voz de Elisa, diciéndome que debía bajar a desayunar en veinte minutos. Fingir que seguía durmiendo no me sirvió de nada, pues seguro que la misma canción repitiéndose por treinta minutos había despertado a todo el mundo. 

Di un par de vueltas sobre el colchón buscando la comodidad, tal vez así lograría volver a dormirme y podría seguir mintiéndome a mí mismo.

Aunque tampoco es que tuviera muchas opciones. O me quedaba aquí toda la mañana a desperdiciar tiempo valioso, o me levantaba de una vez y observaba mi vida escapando de mí, sin poder hacer nada para evitarlo. Ambas opciones sonaban fatal, pero no había nada más. Extendí mi brazo para alcanzar mi celular y miré la pantalla con los ojos aún entrecerrados. 

En definitiva, ver el rostro de mi novio al encender mi celular hizo que el comienzo de este día fuera menos horrible.

Entré a WhatsApp y le envié a Alan un mensaje de buenos días, tal y como solía hacerlo desde aquella noche en el mirador de San Antonio. Me levanté para cambiarme y bajé al comedor con mi padre, me sorprendió no ver a mi madre ahí.

—Ella salió más temprano para terminar de ajustar unas cosas —dijo mi padre, tomando lo que supuse sería café—, quiere que todo salga bien esta noche. Ella nos esperará en Burdeos.

Me senté frente a él, dejando vacías las sillas a mis costados. Mi padre lo notó y se cambió de lugar para estar junto a mí, había pasado mucho tiempo desde la última vez que habíamos desayunado uno al lado del otro, pero tampoco me pareció tan raro. A fin de cuentas, no lo conocía tanto como para saber el porqué de su cambio de actitud tan repentino.

Trajeron el desayuno y me dispuse a comer en silencio, el mismo silencio al que ya estaba acostumbrado, pero mi padre tenía otras intenciones para esta mañana. Hasta parecía que se preocupaba por mí como un padre normal.

—¿Ya tienes tus maletas listas? —preguntó.

—Sí.

—Perfecto, así no nos tomará tanto tiempo salir. También debes preparar las cosas de Galleta, vendrá con nosotros.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora