Capítulo 26: Un nuevo hogar

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—¿Y si vienes conmigo?

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¿Y si vienes conmigo?

La voz de Gabriel, que era apenas un susurro, me aceleró el corazón. Debí escuchar mal, no podía estar diciendo lo que creo que estaba diciendo.

¿Estás bromeando? —pregunté.

Claro que no, quiero que vengas conmigo a Francia. ¿O es que tú no quieres venir?

Esto no podía ser en serio, no podía irme a Francia con él por mucho que quisiera hacerlo. Dejar a mamá y a Celia aquí no era correcto, mucho menos si me iba en secreto; además, ¿los padres de Gally no se molestarían si voy con ellos? Tantas preguntas se amontonaban en mi mente que me resultaba difícil concentrarme en la llamada.

Alan, ¿sigues ahí? Perdón, no quise incomodarte...

No, no, no, no es eso. Simplemente no esperaba que me pidieras algo así.

Me recosté en la cama y me quedé mirando las estrellas de plástico pegadas en el techo. A pesar de los años que tenían ahí, seguían brillando. Respiré un par de veces para tratar de ordenar mis pensamientos, ¿de verdad podía irme con él?

A tus padres no les agradaría que yo fuera.

Mi madre se adelantó, así que no vendrá con nosotros. Y en cuanto a mi padre, no creo que le incomode la idea.

¿Estás seguro? No quiero ser una carga, Gabriel.

Oye, tú nunca podrías ser una carga para mí, ¿entiendes? —repuso— Si te pido que me acompañes es porque puedo llevarte sin problemas, ¿vendrás?

Esto era más de lo que mi mente y mi corazón podían procesar; confundir la partida de Gally, salir del closet por accidente y de repente mudarme a Francia en un mismo día era demasiado. No quería que me explotara la cabeza, pero el destino no estaba cooperando.

No lo sé, es demasiado repentino, Gally. Quiero pensarlo un poco.

Entiendo. Tómate tu tiempo, pero tienes hasta la medianoche para decidir, Cenicienta.

Hasta la medianoche. Eran apenas las nueve, quedaban un par de horas. Aunque, siendo honesto, no había mucho que pensar. Podía quedarme aquí a vivir una vida que no me hacía feliz, o podía irme con Gally para empezar de cero; ambas me daban miedo por sus propios motivos. 

Mi cabeza y mi corazón no se ponían de acuerdo, debía hablarlo con alguien que me dijera la verdad y no lo que quería escuchar.

Llamé a Hanna esperando que no estuviera dormida aún, pasaron un par de segundos hasta que ella respondió y pude oírla. Me disculpé por molestarla tan tarde y le pedí ayuda.

¿Ayuda? ¿Con qué? Aún no comienzan las clases, así que deduzco que no es sobre matemáticas.

Bueno, ¿recuerdas a Gabriel?

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora