Capítulo 20: Invitación

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—Adiós, Alan

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—Adiós, Alan. Gracias por ser honesto conmigo.

Dicho esto, Rachel se dio la vuelta y se fue. Me sentía terrible por lo que acababa de hacer, pero era lo correcto, ¿cierto? Se habría sentido peor si le ocultaba lo que pasó y lo que menos quería era eso.

Me levanté de ahí y di un par de vueltas por el parque para tratar de despejar mi mente, el día estaba empezando a nublarse, pero no parecía que fuera a llover. Me gustaban los días así, en los que no hacía calor y tampoco frío a pesar de las nubes en el cielo. 

Había varias familias que paseaban felices en ese lugar; niños pequeños que aprendían a caminar, otros no tan pequeños jugando con sus padres y un balón de colores. Cómo deseaba encontrar a mi papá.

—No creí que te gustara salir a caminar.

Dijo una voz ronca a mis espaldas. Me giré y el rostro de Cody fue lo primero que vi, puso su mano sobre mi hombro y me dio un par de palmadas.

—Pareces más bien de los que se quedan en casa.

—Tenía cosas que hacer —respondí—, pero me gusta salir a caminar de vez en cuando.

Él y yo seguimos caminando un rato en silencio, parecía preocupado por algo. Quizá tenía que ver con que su papá estaba en el hospital, misma razón por la que no habíamos abierto el local la semana pasada. No quería mencionar el tema, no quería ser grosero o meterme donde no debería, fue un alivio que él lo hiciera primero.

—Sé lo que quieres preguntar —dijo tranquilo—, él está bien, solo que está recuperándose más lento de lo previsto.

—Es un alivio saberlo.

Se quedó callado por un momento, después me miró y sonrió como siempre lo hacía.

—Por cierto, necesito que vayas mañana por la tarde al local, quiero hablarles sobre algo que estoy planeando.

—¿Por la tarde? ¿A qué hora?

—Mmm, ¿a las tres está bien? —preguntó— Será rápido, no tardaremos mucho.

Asentí con la cabeza y Cody se alejó hasta que lo perdí de vista. Me quedé parado a mitad del camino hasta que recibí una llamada de Gabriel.

—Oye, ¿cómo te fue con Rachel? ¿Todo bien?

—No lo sé, se fue llorando a su casa...

—Auch, bueno, al menos ya le dijiste lo que pasó —dijo al otro lado de la línea—. Es un peso menos para ti, ¿no?

Antesde poder responderle, pasó un niño pequeño y me "atropelló" con su triciclo. Podría ser pequeño, pero el golpe medolió.

—¡Ay, perdón, señor! —gritó el niño sin detenerse siquiera.

—¿Señor? ¿Ese niño te llamó señor? —preguntó Gally.

—Cállate, no estoy tan viejo.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora