Capítulo 15: De compras

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Después de treinta minutos de camino ya nos encontrábamos en las orillas de la ciudad, nos habíamos detenido un par de veces a comprar comida chatarra y teníamos los asientos traseros llenos de bolsas de galletas y churros

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Después de treinta minutos de camino ya nos encontrábamos en las orillas de la ciudad, nos habíamos detenido un par de veces a comprar comida chatarra y teníamos los asientos traseros llenos de bolsas de galletas y churros.

—¿Entonces sólo estamos yendo sin rumbo? —pregunté.

—Claro que no, vamos a un lugar que descubrí hace poco —respondió tras tomar un trago de su yogurt—. Te va a encantar, es muy .

—¿A qué te refieres con que es muy yo?

Un poco indignado, giré mi vista hacia Gally buscando una respuesta que muy probablemente no me daría, y así fue. Él sólo se rió y me dijo que lo descubriría cuando llegáramos, lo cual no tardó mucho en suceder.

Paramos frente a un pequeño parque que yo jamás había visto, pues nunca había estado en esta parte de la ciudad. El lugar tenía varios árboles en las orillas y flores diminutas por todos lados.

Gabriel bajo del auto después que yo, cuando me alcanzó me tomó de la mano y me llevó hasta el fondo del parque.

—Sí, sí, muy bonito, pero esto no es todo —dijo, emocionado.

Nos adentramos un poco más sin miedo a que alguien nos viera, Gally apartó un par de ramas que cubrían una pequeña mini cueva al fondo del parque.

Un par de árboles se entrelazaban para crear aquel escondite, el peso de las hojas los inclinaba un poco y formaba el techo, mientras que más flores blancas y amarillas adornaban todo lo demás.

—¿Cómo encontraste este lugar? —pregunté.

—Estaba paseando solamente...

Su voz no sonaba muy convencida y sabía que estaba mintiendo, pero se lo dejé pasar sólo porque el lugar era muy bonito. Había también tres troncos secos que usamos para sentarnos, él abrió una bolsa de Cheetos de bolita y yo saqué mi jugo de durazno.

—No entiendo cómo es que te gustan esas cosas —dije—, no están buenas.

—Saben a gloria —replicó tras lanzarme una bolita—. Lo que yo no entiendo es por qué no me has contado sobre tu salida de ayer con Rachel.

Mi cara enrojeció en el instante en el que mis oídos escucharon su nombre, recordé sus palabras y muchas cosas me vinieron a la mente, entre ellas Gabriel.

—No seas metiche —respondí, dándole un trago a mi juguito y ahogándome en el proceso.

—¿Me vas a negar que pasaron cosas? Ese beso no fue de amigos.

Ah, sí, ya me acordé. Él nos vio anoche. Incluso nos cortó el rollo con la bocina de su auto, cosa que agradecí en el fondo, aunque no se lo dijera.

—Ya dime, ¿no somos amigos?

Gally me miraba con un patético intento de puchero, al principio me negué y le dije que no le contaría nada por ser cosa entre Rachel y yo. Él pareció entenderlo, no insistió más y nos quedamos en silencio otra vez. Mi conciencia sabía que ya no podía seguir guardándomelo todo y menos si tenía a alguien dispuesto a escucharme, el silencio me taladraba en los oídos y terminé por ceder, como siempre.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora