Capítulo 8: Él también me gusta

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Después de que Alan se despidiera de Rachel, ambos nos subimos al auto y conduje en silencio hasta su casa, la llamada de Cinthia no me había dejado ganas ni de encender la radio

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Después de que Alan se despidiera de Rachel, ambos nos subimos al auto y conduje en silencio hasta su casa, la llamada de Cinthia no me había dejado ganas ni de encender la radio.

—¿Era ella? —preguntó Alan, sin dejar de ver al frente.

Luego de un largo silencio respondí su pregunta, pero al parecer él ya sabía la respuesta antes de que yo abriera la boca.

—Está muy molesta conmigo —dije tratando de parecer tranquilo—, iré a verla mañana temprano para llevarle flores, tal vez también unos chocolates...

Él soltó una risa despreocupada como si estuviera burlándose de mí, sé que cree que soy un mujeriego y no lo culpo, es lo que todos piensan de mí gracias a mis padres.

Mi manera de pedir disculpas nunca le había gustado, por lo que empezó a darme un sermón sobre que el amor no puede comprarse con flores ni chocolates y bla, bla, bla.

—¿Estás celoso? ¿Quieres que te compre flores a ti también?

Le pregunté con la voz más melosa que pude usar, haciendo que dejara de hablar por un momento.

—Dices puras tonterías, ¿sabes? —sacó la cabeza por la ventana y evitó mirarme al responder— Por cierto, quiero pedirte un favor.

Alan nunca me pedía favores a menos que fuera algo importante. La última vez que me pidió uno fue cuatro años atrás cuando aún lo molestaban en la escuela, quería que le enseñara a pelear para defenderse de unos idiotas, pero en lugar de eso fui yo quien terminó resolviendo el asunto.

—Rachel irá a acampar este fin de semana y quiere que un amigo la acompañe... —comenzó a tronarse los dedos para disimular sus nervios— Pero yo no puedo ir con ella, mi mamá y yo vamos a ir a visitar a mi abuela.

—¿Y qué con eso?, ¿quieres que vaya yo? —bromeé, pero al voltear a verlo supe que había dado en el clavo— Alan, no lo dices en serio, ¿verdad?

Sonrió incómodamente, igual que cuando éramos pequeños.

—Es casi tu novia, ¿cómo voy a ir yo con ella?

El semáforo cambió de color y aceleré de nuevo. Durante todo el camino trató de convencerme de acompañar a esa chica, y de tanta insistencia terminé por ceder.

Entramos en su casa y Celia nos recibió con un plato de galletas a las cuales también cedí, nos quedamos hablando los tres en la sala hasta que llegó su mamá.

—Hola ma' —dijo Alan—, ¿cómo te fue hoy?

La señora Clifford siempre llegaba cansada del trabajo, se iba temprano y regresaba tarde, así que era muy difícil hablar con ella durante el día. A menos que fuera fin de semana.

—Igual que siempre, los de recursos humanos siguen sin hacer su trabajo. —Tomó una de las galletas del plato en la mesa y se sentó entre Alan y yo— ¿Y a ustedes cómo les fue, niños?

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora