Capítulo 2: Nuestra salida

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Pasaron dos semanas desde que salí del hospital, no había tenido el valor para llamar a Rachel o al menos de enviarle un mensaje, y Gabriel seguía preguntándome sobre mis heridas

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Pasaron dos semanas desde que salí del hospital, no había tenido el valor para llamar a Rachel o al menos de enviarle un mensaje, y Gabriel seguía preguntándome sobre mis heridas. Era muy insistente conmigo.

—Ya estoy bien, ¿no te basta con eso?

—Eres mi amigo, es normal que me preocupe por ti —dijo él—. Espera, no te lo hizo... alguien en la escuela ¿o sí?

—Claro que no —le di la espalda y me levanté de la cama—, mejor hay que hablar de otra cosa.

—¡Dime quién fue y yo le reviento la cara!

—Oye, tranquilo, fue un extraño en la calle, ¿ok? Cálmate.

—¿Alguien te atacó en la calle de la nada? Perdón, pero no te creo.


Sé que Gabriel es mi amigo, pero no quería contarle sobre lo que había pasado, no quería que se preocupara por mí más de lo que ya estaba.

—No me atacaron de la nada, yo lo golpeé primero...

—¿Tú? Eres la persona más tranquila que conozco, no creo que hayas iniciado una pelea y menos en la calle.

—Ya no quiero hablar de esto, ¿podemos parar por favor? —supliqué.

—No hasta que me digas la verdad. Te conozco desde hace mucho tiempo y sé que me escondes algo, no quiero que pase otra vez, ¿lo entiendes?

Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas, me sentía completamente acorralado y a la vez sentía una paz que solo podía sentir cuando estaba con Gabriel. Él era mi amigo, mi mejor amigo, sujetó mi mano con suavidad y ya no pude contener las lágrimas.

—Fue un accidente, yo solo pasaba por ahí. La vi a ella y luego al tipo que la perseguía —dije mientras lloraba— ¡No estaba pensando en lo que hacía! Quería que corriera sin importar lo que pasara, que no volteara atrás... pero, fue amable y me llevó al hospital. No quería que las cosas pasarán así, por favor perdóname.

—Alan...

—Ya sé que no debí ser tan tonto, prometo que no lo intentaré de nuevo. Yo solo quería terminar con todo, salir de aquí... vi una oportunidad para escapar y quise usarla, lo lamento.

—¡Alan! —interrumpió mis balbuceos, tenía los ojos llorosos y parecía asustado— ¿Por qué no me lo dijiste? Pudimos hablar y arreglar las cosas.

Él se acercó a mí y me abrazó.

—No importa lo que pase siempre estaré para ti, ¡no lo olvides nunca!

Yo no podía parar de llorar, quería evitar que alguien me viera así y no pude hacerlo. Era débil y cualquiera se habría burlado de mí, pero él no. No lo haría jamás. Solo pude seguir abrazándolo mientras mis lágrimas caían una por una sobre sus hombros.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora