Capítulo 7: Un novio de mentiras

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Desperté con el sonido de mi alarma, un olor dulce entraba por debajo de la puerta y me decía que el desayuno estaba listo

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Desperté con el sonido de mi alarma, un olor dulce entraba por debajo de la puerta y me decía que el desayuno estaba listo. Me encanta que papá haga el desayuno, siempre es algo diferente y delicioso. Me levanté de la cama y fui hasta el baño, tomé una ducha con agua fría y cubrí mi cuerpo con una toalla antes de salir. 

Volví a mi habitación y saqué mi uniforme del armario, me vestí y después arreglé mi cabello.

Siempre lo dejo para el final porque es tardado secar y cepillar todo, y más porque no es ni lacio ni rizado, solamente está torcido para hacerme batallar. Tampoco quiero cortarlo mucho o plancharlo porque a mi mamá le encantaba mi cabello.

—Rachel, tienes un cabello muy bonito, tan largo y brillante.

—Es igual al tuyo, mami, ¡parecemos gemelas!

Nunca olvidaré a mamá, siempre estuvo cerca para ayudarnos a mi hermano y a mí. Sin duda era el tipo de mamá que todos los niños sueñan, y el tipo de mujer que cualquier buen hombre querría tener a su lado, tan cariñosa, protectora y decidida. Era perfecta.

Daría todo de mí por ser como ella. A través del espejo, vi una pequeña lagrima salir de mi ojo, eso me regreso a la realidad.

—No, no, no. No llores —me dije a mi misma—. Han pasado casi tres años, ya deberías haberla superado, además se te va a hinchar la cara.

Después de peinarme, saqué mi maquillaje y me puse un poco. Me gustaba tener siempre un estilo suave y natural así que no lo cargaba demasiado. Terminé de arreglarme y salí de mi habitación para ir a desayunar.

—Buenos días, Rachel —dijo papá, mientras se servía una taza de café—, ¿dormiste bien?

—Sí, pero tuve un sueño algo raro.

Los dos nos sentamos y dimos gracias por la comida, mi papá empezó a hablarme sobre cosas que le pasaron en su trabajo el día anterior y que debía tener cuidado ya que la temporada de lluvia estaba por comenzar.

—No quiero que te enfermes, así que lleva siempre una sombrilla, ¿de acuerdo?

Terminamos el desayuno, tomé mi mochila junto con mi violín y salí de casa rumbo a la escuela. El camino, como de costumbre, fue muy silencioso. El único sonido eran mis pisadas y algunos autos que pasaban. 

De la nada, unas manos frías y delgadas cubrieron mis ojos por detrás.

—Adivina quién soy...

Conocía esa voz, era mi mejor amiga Emilia. Nos conocimos en último año de preparatoria, ella había sido transferida de otra escuela y nos hicimos amigas gracias al club de arte.

—Emmy, sé que eres tú, tu anillo de mariposa te delata.

—Ay, siempre olvido quitármelo, no es justo —dijo haciendo un puchero, como si fuera una bebé.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora