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Escuché sus pasos detrás de mí, siguiéndome de cerca

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Escuché sus pasos detrás de mí, siguiéndome de cerca. Fastidiada, di media vuelta hacia él para encararlo y decirle que me dejara sola.

—Ya, vale. Me cansaste, ¿qué es lo que quieres? —le grité histérica.

—Que me des una oportunidad, solamente una. Salgamos juntos —repitió con voz suplicante, pero sin dejar de lado su tono arrogante.

—No, no te conozco y no entiendo por qué me persigues.

—Ya te lo dije antes, no voy a descansar hasta que estés conmigo. Me gustas y estoy muriendo por ti —dijo el chico en tono dramático.

La situación ya parecía de telenovela, él rogándome y yo irritándome.

Lo vi muy seguro de sus palabras, pero no le creí ni la mitad de ellas, no podía, ya no me fiaba de nadie y mucho menos de alguien como él.

—Dudo mucho que te estés muriendo por mí, no me conoces, no sabes nada de mí y tampoco me interesa que lo sepas. Ahora vete, todos me están mirando como si fuera una celebridad y odio eso.

Me giré y cambie de dirección. De verdad estaba dispuesta a irme, pero él me sujetó de la manga de la sudadera para retenerme.

«Otra vez no, joder.»

—Hayley, pienso que te he visto antes, no sé en dónde, pero en serio siento que te conozco.

Me volví hacia él algo sorprendida y lo miré fijamente. Extrañamente también su rostro me resultó conocido, bueno, en realidad no.

—Eso no tiene nada que ver con tu idea de querer salir conmigo, y a mí no me resultas familiar en absoluto —le dije con absoluta firmeza.

Llámenme mentirosa, pero en ese momento solamente deseaba que se alejara de mí.

—Sé que no me conoces ni yo a ti, pero podemos intentarlo.

Negué con la cabeza rotundamente. No había posibilidad de que le dijera que sí.

—No puedo.

—Entonces tendré que seguirte persiguiendo —sentenció, mirándome fijamente. Sus ojos azules atravesaban los míos como si pudieran ver a través de mí.

Noté que con nuestra acelerada discusión habíamos captado la atención de una docena de estudiantes, decidí actuar para evitar que nos siguieran mirando. Le tomé de la mano y lo llevé detrás de mí hacia las gradas de la cancha de deportes. Le solté hasta que nos encontramos detrás de las mismas, bajo los escalones de metal que subían en forma de pirámide, lejos de las miradas curiosas de los jugadores y estudiantes que atravesaban el campo.

—No vas a seguir persiguiéndome, no lo harás.

Logan me miró de una manera extraña, como si no me estuviera escuchando, tal vez no lo estaba haciendo, estaba más concentrado en mis ojos que en mis palabras.

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora