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Sábado, fin de semana, tarde lluviosa, día nublado, bebiendo café con leche en la mejor compañía de todas y en el lugar menos romántico del mundo

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Sábado, fin de semana, tarde lluviosa, día nublado, bebiendo café con leche en la mejor compañía de todas y en el lugar menos romántico del mundo. Tal como lo habíamos acordado, había venido a acompañar a Zach a la tienda de accesorios y pasaría el resto de la tarde con él.

Zach estaba parado a mi lado mirando a la gente pasar por la calle a través de las ventanas, algunos llevaban paraguas, algunos impermeables de distintos colores y otros simplemente corrían en busca de un sitio donde pudieran esperar que la tormenta se detuviera, yo intentaba decirles telepáticamente que el tiempo no mejoraría, incluso pensaba que la tormenta podría empeorar al anochecer, pero eso no me preocupaba, me sentía a salvo en ese lugar, Zach estaba conmigo y yo estaba allí con él, ni la lluvia ni los relámpagos podrían cambiar eso.

Me quedé mirando mi café perdida en mis pensamientos, lo único que escuchaba con claridad era el sonar de las gotas de la lluvia cayendo sobre el asfalto, golpeando las ventanas y deslizándose por los vidrios empañados, también escuchaba la base de una melodía en la radio, a decir verdad, se sentía una tranquilidad inquietante en el ambiente, no sabía si se debía al clima o al aire acondicionado, pero la calidez que percibía resultaba reconfortante.

—¿Esto es lo que haces los sábados por la tarde? ¿mirar hacia la nada mientras escuchas canciones aburridas en la radio y tomas café? —cuestioné rompiendo el silencio.

Él volteó a verme, se formó una medio sonrisa en sus labios y sus ojos me miraron fijamente cuando dijo, —Tengo en mente un par de cosas más, pero según tengo entendido, la ley me prohíbe arrinconar a mi novia tras el mostrador, besarla y murmurarle al oído lo mucho que la deseo —comentó tranquilamente sin apartar sus ojos de los míos.

—Zach, no digas esas cosas, podrían escucharte —le dije con advertencia y su sonrisa se amplió aún más.

—¿Por qué no? Me gusta ver cómo te sonrojas y te enfadas al mismo tiempo, además, nadie además de ti puede escucharme, todos están ocupados cubriéndose de la lluvia —se pasó las manos por el cabello y me lanzó una mirada de complicidad.

—Te recuerdo que estamos en un lugar público —le dije señalando a las personas que pasaban frente a la tienda.

—Te recuerdo que llevo más de dos horas sin darte un beso, si nadie entra por esa puerta en los siguientes minutos perderé mi autocontrol y el deseo que siento de tocarte terminara por poseerme —exclamó y me ruboricé al escucharlo.

Me volví hacia él y le sonreí con timidez, —No pienso impedírtelo —le dije en voz baja y bebí un sorbo de café.

Zach inclinó su rostro hacia mí y me susurró al oído, —Lo digo en serio Mel, voy a poseerte, aquí y ahora —me estremecí de pies a cabeza y una sensación de revoloteo comenzó a crecer en mi estómago.

Cometí el error de mirarlo justo en ese preciso instante, él me miraba con esa sonrisa que me tenía desarmada, no me salían las palabras, notaba un creciente calor en mis mejillas, como siguiera mirándome así me lanzaría sobre sus labios y lo besaría hasta quedarme sin aliento.

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora