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La tarde de ese mismo día tuve que ir a detención, me aburrí y perdí dos horas de mi larga vida escuchando las manecillas del reloj avanzando cada medio segundo, sin nada que hacer más que contar del uno al sesenta y volver al inicio

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La tarde de ese mismo día tuve que ir a detención, me aburrí y perdí dos horas de mi larga vida escuchando las manecillas del reloj avanzando cada medio segundo, sin nada que hacer más que contar del uno al sesenta y volver al inicio. Estar ahí sentada durante cuatro horas seguidas fue tan frustrante y agotador, pero fue aún más frustrante que Zach no se presentó en ningún momento.

Al dar las siete de la tarde fui a mi habitación y caí rendida en un sueño profundo y relajante. No me preocupe por las tareas o trabajos que tendría que realizar al día siguiente, simplemente me dio igual o eso quise creer hasta que mi mente se puso en mi contra y me reprocho mi irresponsabilidad.

Me levanté en la madrugada a hacer las tareas que no investigue y realice la tarde anterior por culpa de Zach, él tenía la culpa de todo, pero lamentablemente no podría echárselo en cara, ya que lo suspendieron durante una semana.

Al llegar la luz del amanecer a mi ventana, guarde los cuadernos en mi mochila, salí del dormitorio de chicas y me dirigí al salón de clases. En el camino noté que los pasillos aún estaban vacíos, a excepción de dos o tres alumnos que solían ser puntuales.

Al sonar el timbre entré al aula y tomé asiento en la primera fila, algunos minutos después un chico se sentó al lado mío y me dirigió una cálida sonrisa.

—Hola, bella Hayley —dijo él, recargándose por completo en el respaldo del asiento.

Recordé que aquella era una de las pocas clases que compartíamos juntos, ya que se solían juntar a los estudiantes de nuestro curso con los del curso académico superior.

—Ayer no te vi en clase de física —admitió Logan con aire pensativo, a los pocos segundos de inclino hacia delante y con expresión confusa me preguntó—. ¿Dónde estabas?

—No entre a clases porque... —«Seguí a Zach y me castigaron junto con él», eso quería decir, pero no lo hice—, Estaba agotada y regrese al dormitorio temprano, el resto de la tarde me quedé dormida —me explique alzando los hombros.

—Pronto te acostumbrarás a los horarios, estoy seguro de que sí —afirmó él acariciado mi mejilla suavemente.

—En ocasiones no eres tan desagradable —confesé y él me miró incrédulo.

—No sé si debería tomar eso como insulto —exclamó con seriedad y yo comencé a reírme sin parar.

—En absoluto.

Negué con la cabeza y golpeé su hombro divertida, para hacerle ver que era una broma. Él me sonrió y yo le sonreí de vuelta.

Guardamos silencio cuando el profesor entró al aula y la clase comenzó. Realizamos un apunte de diez mil hojas y finalmente a la hora del almuerzo me reuní con mis amigas, ellas me hablaron de una especie de excursión al museo de no sé dónde, en realidad, poco me importaba si salíamos del internado o no, el único pensamiento que rondaba por mi cabeza se definía en una palabra: «Zach».

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora