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Melodie

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Melodie.

Sentía el cuerpo muy adolorido, no tenía las fuerzas suficientes para moverme, me dolían los párpados y tenía un insoportable dolor de cabeza. Abrí lentamente mis ojos, observé el techo blanco y las lámparas de led que iluminaban la habitación,

«¿En dónde me encontraba?, ¿por qué no recordaba nada?».

Escuché un suave sonido a lado mío, volteé y distinguí un aparato que parpadeaba de color verde, en la pantalla aparecía una línea que subía y bajaba una y otra vez marcando el ritmo cardíaco de mi corazón.

«¿Eso significaba que me encontraba en una habitación de hospital?».

Miré a mi alrededor para comprobar si era cierto, pude ver un mueble blanco en el que había algunos medicamentos, también vi una bolsa de suero y fue allí donde caí en cuenta de que tenía una aguja en la muñeca, además de eso, mis manos y brazos estaban cubiertos de vendas blancas en su totalidad. Me levanté con cuidado y apoyé las manos a ambos lados de la cama para sostenerme, todo comenzó a darme vueltas, me sentí mareada y desorientada.

«¿Que había pasado?, ¿por qué estaba hospitalizada?».

Bajé la mirada al suelo, noté que tenía raspones en las rodillas y mi tobillo estaba cubierto de vendas. Todo me resultaba confuso, nada parecía real, ni siquiera el intenso dolor que sentía en el cuerpo. Maldición, sentía que tenía rotos los huesos, la sensación de mareo se estaba intensificando y me costaba mucho respirar.

Miré hacia el otro extremo de la habitación, en una pequeña mesita vi un ramo de rosas y tulipanes, Zach debió haberlas puesto allí, era tan terriblemente detallista y tierno.

Su nombre hizo eco en mi mente y una serie de recuerdos me vinieron a la cabeza, nosotros bailando, él sonriendo, los dos juntos mirándonos el uno al otro con intensidad, queriéndonos y amándonos, los faroles de un auto acercándose y en el último recuerdo todo se volvió obscuro... las manos comenzaron a temblarme y el corazón se me aceleró a un ritmo demasiado constante.

«¿Por qué de pronto me siento... incompleta, dolida y triste?, ¿es normal que me sienta así?».

En ese momento la puerta se abrió y entró a la habitación una enfermera con un maletín médico en la mano, al verme pareció sorprendida, como si se hubiera encontrado frente a frente con un fantasma.

—Señorita Stone ¿cómo se siente?, ¿Necesita asistencia médica? —cuestionó ella caminando hacia mí, se detuvo a mi lado, me puso una mano en la frente y me colocó un estetoscopio en el pecho—. ¿Se siente mareada, le duele algo?

—No, estoy bien, no me duele nada —respondí mirando las luces de los edificios al otro lado de la ventana—. ¿Usted sabe... cómo es que terminé aquí?

—Antes que nada, necesito que me responda algunas preguntas, ¿puede hacerlo? —exclamó ella con tranquilidad.

—Vale, creo que podré hacerlo —le aseguré sintiéndome confundida.

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora