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Cuando las clases terminaron Zach y yo fuimos a nuestro lugar secreto, nos sentamos en el pasto recién podado e inhalamos el aire fresco de la naturaleza mezclado con el aroma a flores

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Cuando las clases terminaron Zach y yo fuimos a nuestro lugar secreto, nos sentamos en el pasto recién podado e inhalamos el aire fresco de la naturaleza mezclado con el aroma a flores.

Contemplé su rostro sin disimulo alguno. Tenía el cabello desordenado cayendo sobre su frente y sus labios fruncidos al igual que sus cejas, se veía tan misterioso e indescifrable, tan perfecto e irreal. De pronto verlo así me hipnotizo, sentí los efectos secundarios del... ¿Amor?

Zach le dio una profunda calada al cigarrillo y expulsó el humo hacia el exterior, repitió la misma acción un par de veces más y dijo:

—Nada mejor que sentir como se expande la nicotina en tus pulmones, ¿verdad?

—Sí, nada mejor que fumar en tu compañía —dije sarcástica y tres segundos después él extendió su cajetilla hacia mí.

Me dio un cigarrillo y no tardé siquiera un minuto en encenderlo para llevarlo a mi boca. Él hizo lo mismo sin apartar su magnética mirada de mis labios. Expulsamos el humo a la vez e inhalamos al mismo tiempo.

Comencé a sentir la calma después de algunos minutos. El humo parecía una liviana nube transparente frente a mis ojos.

Retenía el humo en mis pulmones, miraba hacia el cielo y lo expulsaba de mi boca lentamente, disfrutando de esa sensación relajante. Me encantaba observar las nubes y me perdía en las formas que hacían las hojas de los árboles alrededor, estás mostraban destellos al entrar los rayos del sol entre ellas. Era un paisaje magnífico.

Zach y yo nos miramos por dos segundos, nuestros gestos se volvieron inexpresivos. Él se inclinó hacia mí y me puse nerviosa, soltó el humo del cigarrillo sobre mi rostro, justo como lo hizo la primera vez que lo vi fumando, cómo olvidarlo. Lamí y mordí mi labio inferior cuando lo tuve más cerca y en un movimiento repentino lo empujé contra el tronco del árbol dejándole sin escape, me acerqué a su rostro y lo besé con lentitud y delicadeza, apenas rozando mis labios con los suyos, de inmediato él llevó sus manos a mi nuca y hundió sus dedos en mis cabellos, acercando aún más nuestros cuerpos, nuestras bocas. En fracción de segundos, tiró el cigarrillo al pasto y comenzó a besarme con pasión.

Lo que sentíamos iba más allá de la atracción, era un beso de película, rebasaba la perfección y me guiaba a la perdición.

—No tienes idea de lo que causas en mí, no me alcanzan las palabras para decirte todo lo que siento —susurró sobre mis labios. La intensidad de su mirada me cortaba la respiración, su aliento me quemaba el alma.

—¿Y... qué sientes? —me atreví a preguntar sintiéndome nerviosa.

—Es un sentimiento diferente, tan diferente que me desconcierta —admitió acariciándome el brazo con una desconcertante dulzura.

—¿Diferente cómo?

—Como si la vida no se sintiera tan mierda a tu lado. Tú me haces sentir así de perdido, Mel... creo que me estoy enamorando —confesó sin apartar sus ojos grises de los míos. Los fuegos artificiales no tardaron en explotar en mi interior, uno tras otro, cortándome la respiración, dejándome descolocada.

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora