✧Prólogo✧

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Esta historia comenzó allí, en uno de los muchos inviernos del fin año. Mi mamá me llevaba de la mano mientras comprábamos adornos para la decoración del árbol de navidad. Atravesamos juntas la calle y entramos a una tienda de adornos navideños; ella me dijo que eligiera un juguete del aparador mientras volvía y se alejó algunos metros dirigiéndose al área donde vendían esferas. Yo me quedé observando los juguetes que se encontraban detrás del cristal en las estanterías decoradas con escarcha verde.

Me llamó la atención una esfera de cristal transparente, dentro de ella había dos jóvenes abrazándose bajo la nieve y diminutos brillos blancos que se movían a su alrededor. Me encantó, era el objeto más hermoso que había visto.

—También me gusta —dijo alguien a mis espaldas.

Al dar media vuelta, me encontré con un niño pelinegro de ojos azules que parecía tener la misma edad que yo. Él tenía puestos unos lentes, lo cual me pareció muy peculiar, además, sus mejillas estaban ligeramente coloradas por la baja temperatura del clima y su tez tenía un aspecto demasiado pálido, dejando a la vista las diminutas pecas de su rostro.

Cuando el niño se quedó parado justo a mi lado, me di cuenta de que yo era un poco más bajita que él, calculaba que me ganaba por dos centímetros de altura, aproximadamente.

Lo miré un segundo y después volví a observar las repisas.

—¿Hablas de la esfera? Sí, es muy bonita —le respondí sonriente.

—La has estado mirando desde hace tiempo.

Asentí con la cabeza y dije:

—Sí, debe ser muy costosa.

—Nada que un padre no pueda comprar —dijo amablemente y añadió—, ¿La quieres? Puedo comprarla.

—No hace falta —le respondí tranquilamente. Él asintió y suspiró silenciosamente.

Un momento después mi mamá se detuvo a mi lado y me tomó de la mano al decir:

—Vámonos cariño, ya tenemos todo lo que necesitábamos, ¿encontraste algún juguete de tu agrado?

—No, ninguno mamá —le dije y volví mi mirada al niño para despedirme—. Adiós.

Él se despidió con un ligero movimiento de mano y le vi alejarse a través de un pasillo repleto de regalos navideños. Cuando lo perdí de vista di media vuelta y seguí caminando junto a mi madre hacia la salida de la tienda, antes de que atravesáramos la puerta subí el cierre de mi chamarra, ya que afuera hacía bastante frío.

Salimos de la tienda y comenzamos a caminar entre la gente a través de las calles. Pequeños copos de nieve caían a nuestro alrededor, estaba nevando y en aquel entonces las calles y avenidas cubiertas de blanco me parecían hermosas, ver el asfalto, los árboles y los tejados teñidos de la nieve cristalina me parecía una vista maravillosa.

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora