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Al siguiente día caminaba a prisa al aula de clases, ya que mi despertador no había sonado y si no me apresuraba llegaría con retraso a Matemáticas avanzadas

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Al siguiente día caminaba a prisa al aula de clases, ya que mi despertador no había sonado y si no me apresuraba llegaría con retraso a Matemáticas avanzadas.

Me detuve aliviada al ver a algunos compañeros conversando afuera del salón, lo cual significaba que el profesor aún no había entrado.

Me adentré al aula y tomé asiento en una silla libre ubicada en la tercera fila. Al bajar la mochila de mi hombro, saqué una libreta y busque un par de lapiceros en el interior de la misma, al encontrarlos me incorporé y los coloque sobre la mesa.

Miré a mi alrededor detenidamente, apoyé mi espalda contra el respaldo de la silla y observé los rayos del sol que entraban por la ventana. El día era soleado y caluroso.

Mordí el interior de mi mejilla y miré las nubes en el cielo que avanzaban sin sentido o rumbo alguno, casualmente justamente así era como me sentía, confundida entre dos caminos peligrosos, lo peor era que no me podía visualizar en ninguno de ellos y eso me frustraba aún más.

El rechinido de la puerta cerrándose me sacó de mis pensamientos. Inmediatamente miré hacia enfrente y visualice al profesor Williams Carter; él ya estaba anotando en el pizarrón el título del trabajo de investigación que realizamos de tarea.

Todos comenzaron a escribir en sus cuadernos y yo no pude evitar mirar el asiento vacío de al lado. Inconscientemente, me pregunté si Zach vendría a clases o se ausentaría como solía hacerlo.

Mientras me dejaba absorber por mis pensamientos alguien tocó repetidas veces la puerta, el profesor dijo Adelante, la puerta se abrió de par en par y allí estaba Zach apoyado en el marco con una postura totalmente despreocupada. El pelinegro me dirigió su mirada y pareció que no pudo quitarme los ojos de encima durante dos segundos que me parecieron eternos.

El profesor miró al mismo punto que todos observaban y dijo:

—Señor Becker, es usted muy amable al honrarnos con su presencia. Dígame, ¿acaso no ha escuchado el timbre?

—Lo escuché, pero no se me dio la gana entrar —exclamó el chico a la defensiva.

Todos se miraron entre sí, sorprendidos, a excepción de mí, que ya lo conocía lo suficiente y sabía que ese era su sentido común de comunicación, pero el profesor no se lo tomó nada bien.

—Acaba de regresar de suspensión, no le conviene comportarse de ese modo joven Becker —le advirtió el profesor con voz demandante.

Zach alzó los hombros y una sonrisa burlona apareció en sus labios.

—Da lo mismo, me suspendieron hace un mes, hace una semana y tal vez hoy nuevamente, ¿a quién le importa? — apoyó su espalda contra el marco de la puerta y sus ojos volvieron a los míos para después posarlos en el resto de los compañeros—. ¿Me dejará entrar a su clase profesor Carter?

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora