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—Bueno, verás

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—Bueno, verás... en pocas palabras no quiero que te acerques a mí, esta vez no permitiré que ocurra la misma historia —fruncí el ceño, sintiéndome confundida por su elección de palabras—. No te tomes esto personal, no quiero que te confundas.

Negué con la cabeza y dije desconcertada:

—No lo haré. Sin embargo, me pregunto, ¿qué te hace pensar que quiero acercarme a ti?

—Nada en especial, solamente quería que lo supieras. Yo no soy el candidato perfecto para salir con una chica y mucho menos con alguien como tú, así que no te ilusiones demasiado.

Levantó el brazo, elevó la mano para colocar el cigarrillo en sus labios y le dio una profunda calada. Las facciones de su pálido rostro se tensaron al soltar la bocanada de humo y dejar caer la cabeza hacia delante para mirar hacia él vacío. Su pelo negro se deslizó hacia su frente y le cubrío los ojos.

Al darme cuenta de que lo estaba viendo con detenimiento, sacudí la cabeza y volví la vista hacia el vacío.

—Sí, creo que ya me estaba enamorando —exclamé risueña y divertida por su egocentrismo—. En primer lugar: a nadie podría gustarle un sabelotodo y presumido como tú; y en segundo lugar: pienso salir con Logan, no contigo.

—Y después de que salgas con él, espero no verte llorando en los pasillos como todas las demás, lamentando que te utilizó y diciendo que te enamoraste perdidamente de él.

Lo miré mal, él por su parte, volteó a ver hacia el campus para no prestarme atención. Era un total creído. Creía que lo sabía todo, pero en realidad no sabía nada.

—No lloraré por él ni por nadie —afirmé tajante. Me acerqué a él y apoyé mis brazos en el barandal tal como él lo hacía, dejando una distancia considerable entre su brazo y el mío—, Siendo sincera, creo que no me apetece salir con él.

—Como digas —exclamó cortante, con absoluto desinterés.

Yo lo miré de perfil y un recuerdo borroso apareció en mi memoria, uno que no cruzaba por mi cabeza desde hacía años. Fue tan extraño.

—Tu rostro me resulta conocido —dije con los ojos entrecerrados, mirándolo con detenimiento.

Él volteó a verme y me miró extrañado, frunciendo sus cejas con disgusto.

—Eso dicen todas —dijo sin más, en un tono tan arrogante que logró sacarme de quicio.

Dicho esto, se apartó del barandal y sin voltear a verme le escuché decir:

—No intentes hacerme cambiar de opinión, no nos conocemos y bajo ninguna circunstancia lo haremos, así que será mejor que te olvides de esta conversación.

Se alejó sin añadir nada más hacia las escaleras y comenzó a bajar las mismas con toda la tranquilidad del mundo, como si el problema fuera yo y no él.

PerdiéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora