XXIII

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Finalmente Tomás acepto, pero se negó en ir en mi auto, así que tuvimos que ir en el suyo. Llegamos a una heladería que los pequeños eligieron ya que había un gran área de juegos.

Tenían cerca de veinte sabores, los cuales Tomás tuvo que repetir al menos tres veces para que Román y Giuliana pudieran elegir, sobre todo Giuliana que aún no sabía leer del todo bien.

— ¡Chocolate! — dijo Giuliana quien estaba en brazos de su hermano.

— Vainilla — se unió Román

— Me hicieron repetir los sabores ¡tres veces! Para que eligieran el mismo de siempre — les reclamó en juego y ambos rieron al igual que la cajera quien con una enorme y por supuesto estúpida sonrisa no dejaba de mirar a Tomás.

— Fresa — dije de mala forma. Como era de esperarse no me dejó pagar y no precisamente por caballerosidad sino por su actitud de "no necesito nada de ti".

— Yo los había invitado — dije molesta sentandome en uno de los cómodos y llamativos sillones del colorido lugar. No me respondió nada, solo recargo sus codos en sus rodillas y cubrió su rostro.

— ¿Porqué me habías dicho que te "comenzaba" a agradar si no era cierto?— tomé la cuchara para llevar un poco de helado a mi boca.

— Yo no mentí — dijo volteando hacía mí — me agradaba la ____ de ese día.

— ¿La ____ de ese día? — pregunté entre risas.

— Si — se recargo en el sillón y recargo su brazo en el respaldo de este quedando su brazo a la altura de mis hombros — despreocupada, sin maquillaje, sin todos esos accesorios de sobra — rió.

— Es lo mismo Tomás — le dije riendo — en pantalón, en short, en falda, en vestido, cabello lacio o rizado, con maquillaje o no... soy la misma.

— Claro que no — dijo serio — nunca eres la misma — aseguro — eres una en el campus, eres otra en tu casa, eres otra conmigo, eres otra con Ivo, eres otra con Nicole, eres otra con mis hermanos — tenía razón — ¿y sabes que es lo malo?

— ¿Qué? — conteste intimidada.

— Que nadie sabe quién es la verdadera — un silencio nos inundó, solamente entre nosotros ya que todo nuestro alrededor seguía con su ritmo, personas platicaban, niños corriendo de un lado a otro.

— Entonces ya tenemos algo en común — dirigí mi mirada hacía el, quién solo volteó y me miró esperando una explicación — también en el campus eres otro, en tu casa eres otro, conmigo otro... e incluso ayer eras otro — regrese mi mirada hacía el helado que comenzaba a derretirse.

— No es...

— No digas nada — lo interrumpí, no le estaba pidiendo explicaciones — ¿quieres? — dije rompiendo el silencio nuevamente entre nosotros.

— Odio la fresa — dijo negando con la cabeza.

— ¡Eres un mentiroso! — le dije riendo — casi te acababas tú sólo un pastel con fresas y ahora las odias — se unió a mis risas, no podía negar que no era otro.

— Sólo comí un poco — dijo frunciendo el ceño.

— ¿Un poco? Si claro — dije sarcásticamente, tomé un poco de helado con la cuchara una vez más y la acerqué a él — vamos solo un poco — me puse de rodillas sobre el sillón para acercarme sólo un poco más.

— No — se negó nuevamente.

— Se derretirá y caerá en tu ropa — canturreé.

— Qué no — dijo riendo al mismo tiempo que me abrazaba por la cadera haciéndome quedar sentada nuevamente sólo que nuestra distancia se había convertido a prácticamente nada. Levante nuevamente la blanca cucharilla y la acerque a él quién finalmente abrió la boca. Sonreí victoriosa y con mi mano libre tome su mejilla, no necesite guiarlo y mucho menos acercarme, él sólo se dirigió hacía mis labios.

Me, Myself & I (C. R. O) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora