Capítulo 60: Old Town, Maine

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Erik elevó la mirada e inclinó de forma ligera la cabeza al ver a Gale maldecir tras quemarse la lengua y ensuciarse la camisa con café caliente. Era una imagen contraria a la experiencia de los meses que llevaban trabajando juntos, donde el hombre había demostrado una alta habilidad manual y cero atisbo de torpeza. Llevaban unos minutos esperando en una de las cafeterías del aeropuerto de Bangor y su acompañante estaba mostrando sin reparo alguno lo nervioso que se encontraba ante la llegada de sus suegros para celebrar la Navidad.

―¿Quién estás pensando va a lanzarse encima de mí para matarme primero? ―preguntó, aun esperando a que su bebida se enfriara un poco.

―¿Cómo puedes bromear? ―replicó Gale negando con la cabeza―. Estás demente ―aseguró bastante convencido―. Abby podía venir, es menos de media hora manejando, no es como si estuviéramos recogiéndolos de Boston.

―Abby estaba terminando de arreglar las habitaciones.

―¿Y qué planeas hacer cuando alguno decida que no va a comportarse pese a que Abby se los pidió mil veces?

―Estamos en un lugar público, no van a hacer un espectáculo. Incluso dudo mucho que lo hagan en casa, no van a explotar en medio de gritos sin sentido ―respondió Erik, no podía imaginar a la familia de su esposa perdiendo la razón por completo―. Además, no planeo hacer nada para instigarlos.

―Claro, venir a recibirlos al aeropuerto no es una provocación.

―Estoy siendo considerado ―aseguró con una sonrisa―. No disfruté mucho los minutos que pasé en la parte de atrás de tu camión, estoy evitándoles un mal rato.

―No pensaba meterlos en el camión.

―La tolva de tu camioneta tampoco es una mejora tan grande, pese a que hoy dejó de nevar al menos.

―Tú lleva a Matthew, Chloe y los niños, yo me encargo de nuestros suegros y el abuelo. ―En su cabeza Gale tenía un plan de cómo debía de ser la distribución para retrasar lo más posible la inminente discusión que sabía llegaría tarde o temprano.

―¿Qué edad tiene el hombre ahora? ―preguntó Erik con cierto desconcierto ante la mención del anciano, sabía que seguía con vida, pero no comprendía cómo podía estar en capacidad de tomar un vuelo de varias horas.

―Toda. ―Rio Gale, relajándose por unos instantes―. La verdad no sé cuántos años tiene, sólo recuerdo que siempre lo vi viejo.

―Imagino que Alexis y Zoe deben de haberse quejado al tener que ceder sus cuartos ―comentó Erik, al fin tomando su café.

―Es sólo una semana y creo no les molesta demasiado irse unos días con su nuevo tío favorito.

―¿Hannah ya se enteró? ―preguntó con algo de curiosidad.

―Lo nota y no anda muy feliz con eso ―confesó Gale encogiéndose de hombros―, pero dudo que sospeche que es por agradecimiento de rescatarlas del peor castigo que iban a tener en sus vidas.

―Es tu camioneta, no te vi muy enfadado por el choque.

―Porque cuando llegué lo único que sentí fue el sonido del metal volviendo a su lugar y a mis hijas en perfecto estado de salud.

―Quizás Hannah lo vería igual si se entera ―opinó Erik.

―Si no fuera por el detalle de que les pidió específicamente que no usaran la camioneta a menos que tuvieran un adulto con ellas mientras practican ―rebatió Gale―. No deberían dar su examen de manejo hasta el próximo año y con esa licencia sólo pueden andar por el pueblo, no entrar a carreteras.

Peace could be an option [Erik Lehnsherr/Magneto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora