Capítulo 72: Cochrane, Alberta

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La expresión de Erik era sumamente seria, con el entrecejo fruncido y los ojos clavados en el televisor. La sala se encontraba en absoluto silencio, a pesar de que sus tres hijos, esposa y mascota se encontraban presentes. Claro que la razón por la que Mountie y Nina no hacían ruido era porque estaban dormidos a un lado del largo sillón luego de cansarse jugando previo al desayuno.

―¿Es seguro? ¿Deberíamos ir al sótano o algo? ―preguntó Darryl rompiendo el silencio.

―No te preocupes. No sé exactamente qué tan grande haya sido la erupción, pero deberíamos de ver algo como con el humo de los incendios forestales ―aseguró Abby, al fin notando las expresiones preocupadas de su familia―. Hay geólogos de la USGS en la zona advirtiendo desde marzo, estoy segura de que la mayoría de gente debe haber sido evacuada ―agregó y sin pensarlo dejó escapar la broma un poco inadecuada que corría en la facultad de geología de la universidad―. Al menos no fue la caldera de Yellowstone o no estaríamos aquí.

Erik dirigió la mirada a su esposa, percatándose que sus emociones respecto a las noticias del monte St. Helens explotando eran mucho más complejas que las de él o sus hijos. Su nivel de preocupación era mínimo, aunque esperaba que comenzara a quejarse de las cenizas cuando llegaran. Por otro lado, había notoria fascinación por el brutal fenómeno, por lo que se explicaba la mitad del monte había colapsado y envuelto todo a la redonda en cenizas piroclásticas. Y aun así al inicio del noticiero notó que de inmediato parecía esperar malas noticias además de la aparatosa explosión.

El teléfono sonó y Abby se puso de pie al instante.

―Debe ser para mi ―anunció, pero se detuvo un momento antes de levantar el auricular―. En serio, no se preocupen, la explosión fue al extremo sur de Washington, son más de 700km de distancia y es casi lo mismo para Great Falls.

Darryl observó el reloj de pared, ligeramente intranquilo.

―Tengo que ir a recoger a Megan, íbamos a ir al río con unos amigos, pero no sé si vayan a disfrutar que les caiga ceniza encima. ¿Será caliente?

―Yo me preocuparía más por tu camioneta ―intervino Edie riendo un poco―. Incluso en un buen día puede fallar, se está cayendo a pedazos.

―¿No quieres venir? Así si algo ocurre puedes usar tus poderes para que nadie lo note y no nos quedemos varados.

―No puedo. Me ofrecí a cubrir un turno en la biblioteca.

―Igual no hubieras venido, aunque no tuvieras nada que hacer. ¿Y quién va a la biblioteca un domingo? ―replicó Darryl, sentándose al lado de su hermana en un intento por convencerla―. Además, deberías empezar a buscar y filtrar con quién ir a la fiesta de promoción, yo planeo ir con Megan el próximo año si todo va bien. Te puedo presentar a su primo que vive en Banff.

―Ya te he dicho que no me interesa ―contestó Edie avergonzada.

Erik decidió dejar a sus hijos mayores conversando en la sala, tratando de evitarse un mal rato. No le incomodó cuando Darryl comenzó a verse interesado en chicas, pero la idea de ver a su hija saliendo con algún muchacho teniendo sólo quince años lo ponía de mal humor, por más injusto o sobreprotector que fuera.

―Nina ―llamó en voz baja, despertando a la pequeña para cargarla y llevarla a su habitación―. Hay que cambiarte vamos a salir cuando tu mamá termine de hablar por teléfono.

―¿Mountie viene?

―No, no puede venir hoy.

Cerca del mediodía se encontraban navegando el reservorio de Glenmore a bordo de un pintoresco barco de vapor a ruedas. La atracción estaba en el Heritage park de Calgary, donde habían armado una pequeña villa al estilo del viejo oeste, que incluía paseos en carreta e incluso un pequeño tren también a vapor. Sus hijos mayores disfrutaron del lugar cuando eran un poco más chicos, pero ya no encontraban el gusto de visitar las atracciones del mismo modo que Nina.

Peace could be an option [Erik Lehnsherr/Magneto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora