Capítulo 02: X-Men First Class

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Dejó escapar un suspiro cuando acabó de retirar los platos del último cliente. El pequeño restaurante de camino en el que había conseguido trabajo estaba pésimamente ubicado, no se encontraba cerca de la nueva carretera, sino hasta el otro lado del pueblo, al lado de una pista no muy transitada. Pero para ella eso era algo bueno, los camioneros rara vez llegaban hasta ahí y estaba agradecida por ello, algunos hacían gala de la mala fama que se habían ganado los hombres con esa ocupación.

Se apoyó contra una pared cercana a la cocina, pensando una vez más cómo se había permitido regresar a servir mesas. Sentía que había peleado contra el mundo entero por gusto. Decidió que quería estudiar en la universidad en lugar de buscar un esposo, decidió no seguir una carrera de educación para niños, secretariado o enfermería, sino algo que muchos de los que serían sus colegas tomaron como una ofensa: una carrera de ciencias, geología, un campo en que las mujeres podían contarse con los dedos.

Le habían hecho la vida imposible durante los años de estudio. Cuando notaron que no iba a rendirse y que peor aún era buena estudiante, optaron por la presión laboral. El último año le ofrecieron un puesto de asistente que no era remunerado, pero lo aceptó. La carga de trabajo era mayor que la de sus compañeros, pero aún así siguió. Tuvo que pagar los gastos completos de su tesis pese a que su investigación servía como apoyo a una mayor, pero no le importó. Siguió hasta que terminó. Y cuando pensaba que había probado que era tan buena como cualquier hombre e incluso mejor que muchos de ellos todo se vino abajo.

Uno de los pocos profesores que llegó a respetarla la contactó y recomendó con un colega que había recibido una sustanciosa suma del gobierno para abrir un área de investigación cerca al Parque Nacional de los Glaciares en Montana. Todo estaba listo, pero a último momento y con parte del personal ya movilizado al pueblo donde se encontraban a las instalaciones, el proyecto se canceló. Los rumores decían que el dinero fue re-direccionado a una agencia de investigación del ejército, pero nunca hubo una versión oficial. Ella decidió quedarse, con la esperanza de que la decisión fuera reconsiderada, pero tras un par de semanas se dio cuenta de lo inocente que había sido al tener esa idea. Sin otra opción para no comerse sus ahorros regresó al trabajo con el que se mantuvo durante sus estudios: servir mesas.

―¡Abby! Deja de soñar despierta ―gritó Bob, el desagradable cocinero y dueño del local―. ¡Hay un cliente!

Ella le lanzó una mirada desagradable que él ignoró. Acomodó algunos mechones de su oscuro cabello detrás de su oreja y dibujando su mejor sonrisa se acercó a la mesa en la que estaba sentado su único cliente.

―Buenos días ―saludó amablemente al ver un hombre bastante atractivo, leyendo el menú que estaba en la mesa sin mucho interés―. ¿Sabes qué vas a ordenar?

―Todavía no me decido ―replicó Erik, dejando el menú y posando la mirada sobre ella ―. ¿Qué me recomiendas?

―Macarrones con queso ―respondió ella sonriéndole―. Viene embolsado, es más higiénico ―agregó encogiéndose de hombros. Bob no era el hombre más pulcro con sus platos y si le preguntaban no pensaba recomendar ninguna de sus especialidades insalubres―. La tarta de manzana también es buena.

―Macarrones y tarta ―aceptó y se adelantó a la pregunta sobre la bebida―. Una cerveza.

Bob maldijo por la orden, le gustaba que los clientes pidieran el especial sorpresa, que no era otra cosa que una mezcla de restos de otros platos camuflados dentro de un pan con muchas salsas. Abby esperó sentada en una mesa observando al hombre, era obvio que no vivía en el pueblo, en las semanas que llevaba ahí ya conocía a los locales, pero distaba mucho de la gente que solía estar de paso. Su corazón latió rápidamente, quizás era un accionista interesado en invertir su dinero en investigación.

Peace could be an option [Erik Lehnsherr/Magneto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora