Capítulo 75: Cairo, Egypt

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El Cairo era una ciudad de contrastes, donde la modernidad y el pasado convivían a las orillas del Nilo. La inmensa metrópolis estaba creciendo con rapidez en el mismo suelo que vio emerger una de las primeras civilizaciones del mundo. Pero los avances no eran para todos, la misma dualidad que se podía apreciar en la arquitectura, también existía entre la población, donde un grupo parecía estar condenado a vivir día a día sin esperanza de cambios para ellos.

Darryl estaba por cumplir las dos semanas en El Cairo y sin dudas lo estaba disfrutando. Pese a que sólo hablaba inglés, no tenía muchas dificultades en comunicarse a base de señas con la gente que buscaba la atención de los médicos a los que apoyaba. Su trabajo principal era en buena cuenta apoyar con todo lo que fuera necesario, con un foco especial en asegurarse que los implementos médicos estuvieran disponibles en cada área de las tiendas de campaña que se colocaron a las afueras de la ciudad. También requería organizar las historias médicas, apoyar con el comedor y dado que la barrera del idioma no le afectaba mucho, ayudar a calmar a los pacientes inseguros de tratarse con doctores extranjeros.

No contaba con mucho tiempo libre, al no ser médico el haberlo llevado hasta otro continente era un gasto que los organizadores pensaban aprovechar lo más posible. Y aun así Darryl conseguía encontrar momentos para relajarse un poco, sólo debía camuflarlos para que se vieran con un propósito.

―No vayan a pintarlos mucho o el peso no va a dejar que vuelen.

Un muchacho local tradujo las palabras de Darryl a un grupo de pequeños que se encontraban entretenidos armando aviones de papel, cartón y restos de madera. Era una forma de distraer la mente y entretener a los hijos de algunos de los pacientes, que muchas veces debían esperar horas para ser vistos. También lo hacía para mantenerse enfocado, era una actividad con la que conectó con su padre y le servía para que su mente callara las distracciones del día, algo que le servía para navegar el caos natural de sus labores de voluntario.

―¿Te trajeron para hacer de niñera?

Darryl reconoció la voz de Ororo, una muchacha local con un acento particular que la distinguía. Cuando la conoció se extrañó mucho, hablaba de forma tan fluida en inglés que asumió erróneamente que debía ser la hija de algún doctor local o burócrata enfocado en darle una educación de nivel. Sin embargo, la realidad era la opuesta, Ororo era huérfana y vivía en una situación delicada junto con varios niños, sin ningún tipo de supervisión o protección por parte de un adulto.

―Son aviones o niños aburridos sembrando el caos ―replicó él, dejando de lado el avión en el que había estado trabajando―. ¿Vienes por más ungüento?

―La herida no termina de sanar ―respondió, refiriéndose a uno de los más pequeños que vivía con ella y que había sufrido una quemadura intensa en un accidente.

―Harrison está almorzando, si llenas el formulario puedo ir a molestarlo para que lo firme ahora y evitas la fila.

La burocracia era fuerte en el lugar y volvía procesos simples como conseguir una segunda dosis de medicina algo tedioso. Si bien muchos de los doctores comprendían la importancia de seguir los procesos, tampoco era que se opusieran a facilitar algunas cosas cuando se complicaban de forma innecesaria.

―Y si no te importa esperar una hora más puedo llevarte de regreso al centro de la ciudad ―agregó Darryl luego de que Ororo le entregara el formulario lleno―. Toca hacer unas compras y me van a dar la camioneta.

Ororo estuvo a punto de negarse, sólo había ido por el ungüento y quería salir del lugar lo más rápido posible, pero la caminata de regreso era larga, en especial porque debía de evitar ciertas calles donde la conocían y sin dudas tratarían de reclamarle sobre alguna mercadería perdida.

Peace could be an option [Erik Lehnsherr/Magneto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora