Capítulo 29: Alberta

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La noche del veinticuatro cenaron en el restaurante del hotel que, aunque no estaba siendo usado al límite de su capacidad, tenía suficientes comensales como para mantener a los mozos y meseras bastante ocupados. Erik se negó a consumir cualquier cosa que hubiera estado en la mesa del buffet navideño, prefirió ordenar la comida por separado, aunque Abby le advirtió que lo más probable era que les sirvieran de la misma fuente donde reabastecían al buffet. Ignoró la advertencia aunque fuera verdad, al menos podía estar seguro que sólo el cocinero y el mozo tocaron su plato.

Ambos decidieron evitar el jamón glaseado en su orden y priorizar el pavo. Sin embargo Erik gustaba de la carne blanca, mientras que a Abby le parecía algo desabrida y prefería la oscura. El relleno fue sabroso al igual que la salsa de arándanos, el puré de papas no supo mal, pero el absoluto perdedor fueron las coles de bruselas y su amargo sabor.

Abby logró convencer a Erik de probar el tradicional ponche de huevo, sólo para que segundos después de su primer sorbo el hombre llamara al mozo para ordenar un vino blanco. También consiguió que probara el pastel de frutas, que gracias a estar en un restaurante al menos era digerible, no como los hechos en casa que en muchas ocasiones más que comida parecían ladrillos pintados.

Se retiraron temprano a descansar, lo último que quería Erik era verse en medio de un montón de desconocidos con actitud muy amistosa cuando llegara la media noche. Abby no se molestó, ella no tenía problema con festejar, pero no conocía a nadie y prefería estar a solas con él. Era una fecha especial en la que más importaba estar con gente cercana aunque fuera sólo una persona que con un grupo grande de desconocidos.

El veinticinco lo aprovecharon para pasear por la ciudad que se mostraba casi desierta, muchos locales estaban cerrados y las personas se encontraban en sus casas preparándose para el almuerzo con sus familias. La nieve que se acumuló durante la noche decoró las calles y techos, dándole a Winnipeg la apariencia de un hermoso cuadro. Fue un día tranquilo en el que no hicieron mucho y solamente se dedicaron a disfrutar de la compañía del otro, tratando de ignorar el hecho de que pronto tendrían que regresar.

Con Navidad detrás de ellos y a puertas de los días libres por año nuevo, Erik decidió que era momento de moverse. Temprano en la mañana se despertó y tomó la guía de teléfonos que se encontraba en un cajón de la mesa de noche. Buscó con cuidado entre los diferentes anuncios de tiendas hasta que encontró una que había visto en los días que llevaban en Winnipeg, apuntó el número de teléfono y prosiguió, aún debía encontrar un establecimiento específico, de preferencia en las afueras de la ciudad o incluso en otra provincia si es que era posible.

Cuando sintió a Abby removerse incómoda cerró la guía y la observó por unos instantes hasta que ella abrió los ojos con fastidio y giró quedando boca arriba. Levantó una ceja con curiosidad cuando notó como se frotaba el busto bajo las sábanas haciendo una mueca de dolor y recordó que las últimas noches había estado más inquieta que de costumbre.

―¿Te molesta algo? ―se animó a preguntar, lo que haya sido la había despertado.

―No he estado durmiendo muy bien ―respondió llevando sus manos al rostro, frotando los ojos―. No me gusta dormir boca arriba, pero sólo así no me duele.

―Ah ―articuló él dibujando una sonrisa al comprender a qué se refería―. Ahora que lo mencionas se ven un poco más grandes ―opinó dirigiendo la mirada al pecho de ella.

―¡Erik! ―le reprendió sonrojándose―. Hinchadas sería más descriptivo ―agregó momentos después suspirando.

―¿Algo que pueda hacer? ―preguntó con interés. Tenía que reconocer que era bastante ignorante en el tema, las pocas mujeres embarazadas que conoció cuando era joven tenían problemas mucho más serios por los que preocuparse que una inflamación.

Peace could be an option [Erik Lehnsherr/Magneto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora