Capítulo 70: Cochrane, Alberta

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Erik cerró la puerta de su camioneta y silbó. Cuando estaba subiendo los escalones de la entrada de su casa escuchó los pasos acelerados de la nueva adición a la familia: un labrador negro al que sus hijos decidieron llamar Mountie. Lo que no entendió hasta un par de meses después de adquirirlo, cuando insistieron en que debían comprarle un collar rojo, es que su mascota tenía los mismos colores que el uniforme tradicional de la Royal Canadian Mounted Police o los Mounties como eran llamados comúnmente.

―Abby va a congelarte ―dijo al verlo llegar arrastrando una de las muchas calabazas que estaban a la espera de ser talladas para Halloween―. ¿Cómo entraste al garaje?

Mountie ladró como respuesta y dejó caer la calabaza, permitiendo que Erik la dejara a un costado de la entrada, seguro de que algún animal se la comería y borraría la evidencia de la travesura del cachorro. Su nueva casa en el límite este de Cochrane estaba rodeada por campos de cultivo y cerca de un río, no era extraño ver mapaches, venados o puercoespines merodeando en las inmediaciones en búsqueda de alimento.

―¡Deja las botas en la entrada! ―gritó Abby desde el interior cuando sintió la puerta cerrarse.

Erik obedeció, aunque no pudo evitar mirar cómo Mountie se perdía detrás de la puerta de la cocina, avanzando por el supuesto suelo limpio con sus patas sucias sin recibir queja. Aunque al menos existía algo de justicia cuando el animal llegaba luego de jugar en un charco o tras un día de lluvia.

―¡No, Mountie! Tu comida está en la esquina ―se quejó Abby saliendo de la cocina para recibir a Erik.

―Voy a darme una ducha.

―¿Tienes hambre? Puedo calentar tu comida temprano ―ofreció ella dándole un beso.

―Sabes que me gusta que comamos todos juntos y deberías estar descansando.

―¿Descansando de qué? No hago mucho en todo el día.

―En la mañana estabas quejándote de no poder dormir ―comentó él, quedando sobre el segundo peldaño de la escalera que llevaba a la segunda planta de la casa.

―Eso es por ir al baño cada dos horas ―replicó, colocando las manos sobre su abultado vientre y observando la escalera con recelo, no pensaba subirla hasta que fuera hora de ir a acostarse―. En menos de un mes tampoco vas a poder dormir, en especial con lo ligero que duermes.

Erik no demoró en ducharse y sólo le tomó unos momentos arreglarse un poco la barba para mantenerla corta. Cuando regresó a la sala vio a Abby sentada en el sillón grande jugando con una soga que Mountie jalaba con entusiasmo. Por fuerza de costumbre se dirigió al sillón de un cuerpo que Abby le regaló la navidad anterior. La pieza destacaba entre el resto de los muebles mucho más modernos de la sala, el estilo victoriano con tallado intricado no se había visto opacado por el nuevo forro de cuero instalado a la hora de la compra. En un primer momento pensó que su esposa había perdido por completo la dirección en la búsqueda de regalos que pudieran interesarle, pero no transcurrieron más de un par de días antes de que se percatara que mucho de su tiempo libre lo ocupaba leyendo en ese cómodo sillón.

―¿Día cansado? ―preguntó ella.

―Un poco, por la lluvia de ayer el terreno estaba inestable y una de las maquinarias perdió el control un instante.

―¿Alguien herido?

―No, pero la mitad de los troncos del aserradero decidieron salir rodando y tuvimos que acomodar un buen grupo a mano.

―Tenemos esta conversación cada cierto tiempo, pero de verdad deberías buscar algún trabajo de escritorio, es más seguro y menos cansado.

―Mucha gente se queja de lo estresante que son ―replicó con una media sonrisa.

Peace could be an option [Erik Lehnsherr/Magneto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora