1-Salvé tu vida

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Isabella

—Norm, ya te dije, no puedo ir a la cena familiar— suspiré por milésima vez.

—Pero Isa, lo prometiste— me recordó.

—Si, lo prometí pero tengo que planificar mis actividades, no me ha dado el tiempo para poder estar libre esa noche— me senté en el sillón.

—No me gusta que me mientas— se cruzó de brazos.

—Norman, no puedo ir, tengo cosas que hacer, deberías entenderme, Nico lo hace— negó.

—¡Claro que se entienden! tienen esa conexión de los mellizos— cerró sus ojos.

—No es por eso Norm, Nico está estudiando, yo estoy trabajando, no tenemos mucho tiempo libre...

—Tiempo libre como yo— completó la oración.

—No voy a estar, solo te estaba contando eso, no pretendo que me des tu bendición— elevé mi voz, ya no me sentía a gusto.

— te vas a ir, por favor usa tu llave y cierra la puerta— me levanté y dirigí a mi habitación, mientras mi pequeño hermano de diecinueve años, seguía encaprichado porque no iba a asistir a la cena familiar, para ser honesta, no quería estar allí, las reuniones familiares me recordaban que había una silla vacía, mi hermano Isaac había fallecido tres años antes, odiaba no poder verlo, abrazarlo, era difícil para mí, en el día a día lo extrañábamos, pero si había una ocasión especial, la realidad me golpeaba duramente, mi hermano mayor ya no estaba entre nosotros.

A mis cortos veintitrés años, ya contaba con un título universitario, y además podía gozar de mi independencia, tenía un departamento que me encontraba pagando mes a mes, veo a mis padres casi todos los días, en el colegio que trabajo mi madre es la entrenadora de natación, mi padre es preparador físico, algunos días está con los de secundaria, y otros voy simplemente al gimnasio donde trabaja para verlo.

Tengo un hermano mellizo Nicolas, somos los mejores amigos, siempre intentamos compartir tiempo juntos, y finalmente está Norman, el más pequeño pero también quien más parecido tiene con Isaac, es todo un rompecorazones, y se ha tomado un año sabático para pensar que carrera elegir.

En mi habitación pensando, no entendía con mis padres podíamos pasar tiempo juntos, menos en fechas tan especiales, esta era una cena una de las tantas que teníamos en el año, pero la diferencia era que yo no tenía nada que agradecer, desde hace tres años, había perdido mi rumbo en cuanto a afectos, compartí veinte años con mi hermano mayor, hasta que lo perdí.

Cerré los ojos, solo un día iba a poder agradecer, el día en que viera a Santiago Molina, el culpable de la muerte de mi hermano, ese día tal vez podría agradecer, porqué él me iba a escuchar.

Santiago Molina

—Atención tenemos un 10-0-2 , un 10-0-2 calle número cinco esquina Robertseen— escuché el altavoz, y eso solo indicaba una cosa, el edificio estaba en llamas y tenía que hacer mi trabajo.

—Santiago— llamó el comandante —No hagas locuras— asentí.

El camión prendió las sirenas, once cuadras después, vi el edificio en llamas, seis pisos estaban comprometidos.

—Molina, Vitorino, Rodriguez, Perez, adentro conmigo— dijo el comandante, los cuatro asentimos. —Rosales, Freido, conecten el agua, estén pendientes— dijo para luego ingresar con él en el edificio.

No se lograba identificar el foco, eran seis pisos con fuego, seguramente la corriente de gas había hecho lo suyo, me aparté del grupo y golpeé puertas, fueron saliendo niños con sus respectivos familiares, llegué a la última puerta del tercer piso, estaba cerrada, me fijé y no había llave, tal vez ya habían salido, pero algo en mi corazón me hizo pensar que no, patee la puerta, había humo fuí a la primer puerta, era el baño, la segunda una habitación vacía la tercera estaba abierta, y allí logré ver a una mujer, estaba dormida, como si no se hubiera enterado de nada, me acerqué inmediatamente, tenía pulso, ví su rostro y no podía creer a quien tenía frente a mi.

¿Perdón?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora