13- ¿En su casa?

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Santiago

Isabella García, solo ella era capaz de tomarse tantas molestias con mi familia aún con el historial presente en nuestras vidas, ella se había quedado con Lucian y para ser honesto no esperaba a Sara, ella era una de las mujeres más extrañas en el mundo, nunca entendí cómo pude estar con ella en una relación, era fría, calculadora y no tenía instinto maternal aunque ella había dejado en claro que no quería ser madre, pero como yo si quería tuvo a Lucian y es por ese motivo que yo me hacía cargo de él a tiempo completo.

Cuando Sara le dijo a Isabella que era igual a Isaac por nunca dar respuestas, tenía un poco de razón Isa odiaba tener que rendir cuentas y mi mejor amigo también, tuve que cortar la conversación porque Sara podía hablar de más y eso no iba a ser nada bueno, ¿Le ocultaba algo a Isabella? la respuesta era clara, ¿odiaba el hecho de mentirle? Si, no me gustaba mentirle pero ella había regresado a mi vida y no quería lastimarla más de lo que ya estaba, aún tenía a su mellizo Nicolas y a Norman, pero sé que nunca encontrará a una persona como Isaac, él era increíblemente único, irremplazable.

El día fue bastante tranquilo, estuve con Lucian disfrutando de la tarde, compartiendo juntos, luego fuí donde mi madre para dejar a mi pequeño hijo y así poder irme a trabajar, cuando dieron las once de la noche ya estaba en la estación, en cuanto puse un pie en el predio, Frida comenzó con sus preguntas.

—¿Ella durmió en tu casa?— preguntó Frida.

—Si, ella cuidó de Lucian —me encogí de hombros.

—Pero ella te odia— asentí.

—Lo sigue haciendo, aunque tal vez con el tiempo sea un poco menos— reí recordando cómo ella había sonreído toda la mañana conmigo.

—Pero es la maestra de tu hijo— enfatizó Frida.

—¡Ay Frida! ya lo sé, no entiendo cuál es el problema, no tengo nada con ella —enarcó una ceja — Te estoy diciendo la verdad, su familia es capaz de matarme y además ella me culpa de la muerte de Isaac— asintió.

—Te estás olvidando de algo— susurró.

—¿De qué?— pregunté.

—No le dijiste la verdad, y eso tal vez te aleje de ella— dijo con dureza.

—Gracias por recordármelo— apreté los labios.

—Intento ser racional — se encogió de hombros.

—No me gusta cuando actúas de una forma racional —rodeé los ojos.

—Sé que lo odias, pero necesitas a alguien que te baje a la tierra— asentí.

—Lo sé, en algún momento se lo diré, pero no ahora, no puedo decirle, ella no solo no me lo perdonaría, sino que las consecuencias son mucho más allá de lo que a mi compete— dije y Frida asintió.

—Solo espero que entres en razón Santiago, no te quiero ver enamorado de alguien que te odie más de lo que ya lo hace— asentí.

—No estoy enamorado de ella— me defendí.

—Sé lo que estar enamorada, los ojitos te brillan cuando hablas de ella, es más hablas de Isabella todo el tiempo...— la interrumpí.

—No estoy enamorado, solo que la aprecio mucho y ahora está nuevamente en mi vida, no podría tener algo con ella ni en un millón de años, es como una hermanita pequeña, ¿Te imaginas teniendo algo con tu hermano? —pregunté y ella negó — Exacto, Isabella es como una hermanita.

Mi teléfono sonó, una llamada inesperada que me dejó sin aliento.

Isabella

En cuanto llegué a casa comencé a adelantar planificaciones para los pequeños, ser docente no era nada fácil, siempre se debía prestar atención a lo que los niños debían aprender, estuve prácticamente todo el día en el estudio de casa.

¿Perdón?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora