36- Juntos

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Santiago

La vi ingresar en la sala con desesperación, ni siquiera se dió cuenta que había alguien más, ella miraba la cama con lágrimas en sus ojos, no paraba de negar con su cabeza, no sé que estaba pasando por ella en este momento, a decir verdad pensé que los chicos le dirían como ocurrieron los hechos.

—¿Cómo te pasó esto?— preguntó mirando a la cama —Hoy en la mañana estábamos bien—.

—Lo sé— quise responderle pero no pude, nunca había escuchado su voz así.

—No puedes dejarnos, yo te quiero, no— negó— yo no te quiero yo te amo tonto—. Mi corazón se aceleró, estaba acostumbrado a sus demostraciones de cariño, pero escucharla así en este momento, ¡Dios! no quería que ella sufriera. —Tienes que volver a casa conmigo, yo no puedo hacerlo sola, te necesitamos—bajó su rostro y miró sus manos. —Cada día a tu lado es mágico, me haces sentir viva, feliz y sobretodo amada, con vos me siento amada de verdad—. Levantó una mano para tocar el rostro que se encontraba todo vendado y su mano no llegó a tocar las vendas —Mientras veía camino al hospital recordé cuando cumplí siete y vos estabas allí— rió.

Yo recordaba muy bien ese cumpleaños, a mis cortos diez años ella había logrado romper mi corazón al no querer casarse conmigo, me enojé tanto que me negué a prestarle mis shorts para jugar, ella sacaba lo mejor de mi y también lo peor.

—No sé porqué lo olvidé, pero hicimos un trato—susurró y en mi mente intenté recordar eso que ella decía pero no pude hacerlo, —Prometiste casarte conmigo a los setenta y cinco— rió mientras lo contaba, esas palabras me llevaron al momento exacto cuando lo dije.

—Sé que no me quieres, pero si a los sesenta aún seguimos solteros quiero casarme con vos— susurré en medio de lágrimas —Nada mejor que compartir mis días con una amiga— asentí.

—Me parece bien, si a los setenta y cinco no estoy casada, nos casamos— asintió la hermana de mi mejor amigo.

—¿Setenta y cinco?— pregunté confundido —Yo dije setenta— reclamé.

—Lo tomas o lo dejas— dijo con determinación, así que no me quedó más que asentir

—Está bien— respondí haciendo mohines, pero ella le restó importancia

—No puedes dejarme hasta cumplir esa promesa Santiago Molina, no te lo voy a perdonar si me dejas sola— elevó su voz, y en ese momento me animé a hablar, seguramente ella quería escuchar mi voz y saber que estaba todo bien.

—No te voy a dejar enana, solo que no creo esperar a los setenta para casarnos—hablé y ella se quedó un minuto mirando a quien estaba en la cama —Estoy detrás de ti— aclaré y ella se dió vuelta, sus ojos estaban rojos de tanto llorar, me miraba como si estuviera viendo a un fantasma.

—¿Cómo? ¿Qué?— Si, la entendía ella ahora tenía muchas preguntas que yo le iba a responder.

—Él es un paciente que se encuentra sedado actualmente, ha sido operado y está evolucionando, y yo estoy acá porque mi traje no fue tan eficiente y me quedé un poco la pierna— dije mostrándole cómo tenía una venda a la altura de mi tobillo izquierdo.

—Yo pensé lo peor, ¡Don no me explicó que estabas bien!— dijo con enojo—Estaba muy preocupada— se cruzó de brazos.

—Lo sé, creo que en el miedo y preocupación se olvidaron de dar las buenas nuevas, no me pasó nada solo que fue un rescate difícil habían niños y yo solo actué, no pensé mucho en el momento— me sinceré.

—Me vas a matar de un susto— se abrazó a mi— No te quiero perder.

—No me vas a perder, pero no voy a esperar a los setenta— susurré.

¿Perdón?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora