¿Solamente amigos? (Draco Malfoy)

76

Mi mano no dejaba de temblar mientras trataba de deslizar el cúter por mis muslos.

— ¡Mierda! ¡Mierda! — me sentía frustrada. Me costaba respirar  y ansiaba sentir un alivió.

La mano no dejaba de temblarme. Tire el cúter a un lado y escondí mi cara en mis manos.

Quería dejar de llorar, quería que esto dejara de dolerme.

Me levanté del suelo, tratando de caminar hacia mi habitación. Sosteniendo mi estómago, comencé a caminar. Con cada paso que daba, un quejido salía de mis labios.

Me quede parada frente al espejo que tenía en la habitación y levanté mi camisa.

Esto parecía realmente grave... Los hematomas habían empeorado. Uno en especial... tenía varios colores y se veía horrible.

Los ojos nuevamente comenzaron a picarme, anunciando las lágrimas... pero me contuve.

Mordí mi labio inferior tratando de no llorar.

«No llores, joder.» me dije a mi misma.

Un pequeño 'clic' proveniente de mi ventana, hizo que me exaltara. Cubrí mi estómago y giré la cabeza para ver qué estaba pasando.

Era Draco... Estaba montando en una escoba, y estaba apuntando a mi ventana con su varita.

Me acerqué rápidamente a la ventana, abriéndola por completo, para dejarlo pasar.

— ¿Qué mierda haces aquí?

— Te prometí que vendría más tarde.— dijo él, entrando por la ventana. Dejó a un lado su escoba, y me miró fijamente.

— ¿Qué estabas viendo en el espejo? Yo también quiero ver — sonrió pícaramente —. Extraño ver tu cuerpo desnudo, Nella.— hizo un puchero.

— No seas un idiota.— fruncí el ceño.

Sé que la que estaba actuando como una idiota era yo, pero lo hacía para mantenerlo alejado.

Él puso los ojos en blanco.— Me he congelado, ¿lo sabes? Volar por casi todo Londres en escoba, no es fácil.

— No hubieras venido.— respondí con frialdad.

— Estás empezando a molestarme, Antonella — Él se rascó la nuca —. ¿Qué mierda te pasa?

— Nada, mierda. Deja de molestar.

— ¿Ya no me quieres? — Draco se deslizó por mi cama, hasta quedar completamente sentado. No quitaba los ojos de mi.

— No digas tonterías, Draco. Claro que te quiero.

— ¿Entonces? ¿Ya no me amas?

— Te amo... Draco.

— Nella, háblame, dime qué pasa.— sus ojos eran suplicantes.

— No puedo — el labio comenzó a temblarme nuevamente —. No puedo, Draco, no puedo.

Draco dio pequeños pasos hasta quedar junto a mi. Tomó mi cara entre sus manos.— Puedes contarme lo que sea, cariño.

— No, no puedo... Si lo hago se volverá realidad.

Draco frunció el entrecejo, mirándome con recelo.— ¿Antonella? ¿Qué pasa?

Negué con la cabeza. Las lágrimas habían comenzado a caer sobre mi cara, empapándola toda. Draco me envolvió con sus brazos, y al hacerlo solté un quejido de dolor. Y eso era todo... él lo había escuchado, y ahora tenía que contárselo.