Capítulo 16

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Olivia

Es extraño como estaba pasando todo esto. ¿Estaría sufriendo el síndrome ese que hace que sientas algo por tu secuestradores? Me río por dentro por lo terriblemente absurdo que suena.
"No en serio, lo mio es para que me lo hagan ver por un profesional"

Jacob ha cambiado mucho desde aquella vez que lo vi por primera vez; ahora tiene el pelo más corto y su cuerpo lógicamente ha dejado de ser el de un niño, es mucho más fuerte y está muchísimo más guapo y sexy...siento como vuelve a subirme el calor por el cuerpo hasta explotar en la cara al rememorar sus labios carnosos, sus ojos aguamarina y ese pelo que me invita a pasar los dedos por él.

Observo el sitio de la cama donde ha estado sentado hace tan sólo unos minutos y no puedo evitar pasar la mano por encima como si ansiara que aún quede algo de su calor. Ignoro cómo va a terminar todo esto, tan sólo sé que siento la terrible necesidad de evitar el peor de los desenlaces y no precisamente para mi, si no para él. Siento que tengo que evitar a toda consta que esto lo haga terminar en la cárcel o incluso peor... un escalofrío recorre mi espina dorsal sólo de imaginarlo. El peso de la injusticia que mi familia le hizo a la suya cae sobre mi como una pesada losa. Como si tuviera una deuda que debo saldar para que mi conciencia no me atormente el resto de mi vida. 

**

" Había pasado más de un año del incidente en el que había escuchado a mi padre despedir al señor Luis Martín, cuando volví a verlo. Estaba sentada en la oficina de la secretaria de mi padre esperando a que este terminara una reunión para ir a comer juntos, en un nuevo intento de que mi padre me prestara unas migajas de atención. Era bastante habitual que pasará allí horas esperando y que finalmente mi padre saliera para decirme que su asistente me llevaría a comer porque a él se le había complicado la reunión.

Estaba absorta en mi libro cuando oí revuelo fuera. Al levantar la mirada lo ví pasar andando a toda velocidad entre las cortinas venecianas y en seguida  reconocí al hombre. Su cara se me había quedado grabada a fuego. 

Fui hasta la ventana al tiempo que ví a la secretaria que lo seguía recriminándole que no podía pasar.

- He llamado a seguridad y vendrán en un minuto. 

- Es justo el tiempo que necesito, sólo tengo que hablar con el Sr. Álvarez

Mi padre, que debía haber escuchado también el revuelo, salió casi de inmediato haciendo que Luis se parara en seco y retrocederá un paso.

Me moví por la cristalera para ver mejor lo que sucedía evitando el ángulo en el que mi padre pudiera verme.

- Por favor Sr. Álvarez deme una oportunidad para trabajar...en lo que sea, puedo llevar el correo o servir cafés o... lo que usted quiera. Llevo un año sin trabajar y nadie me contrata. - el hombre suplicaba entre lágrimas. La cara de mi padre era impasible.

- Eso no es asunto mio Sr. Martín, abandone el edificio antes de que llamemos directamente a la policía-  aquella situación parecía no inquietarle ni lo más mínimo, ¿era eso posible en cualquier ser humano con tan solo una pizca de humanidad?

- Por favor Sr. Álvarez...se lo suplico... se lo suplico- lo vi arrodillarse en el suelo...vi sus manos suplicantes... Y  la dureza de los ojos de mi padre, arrogante desde su posición e irguiendo aún más el cuerpo.

Alguien cruzo corriendo delante de mi y hasta llegar el hombre arrodillado.

-Vamos papá, no le des el gusto de verte de rodillas- dijo el chico que acababa de llegar tomando a su padre por los brazos para ayudarlo a levantar.

- Te pedí que te quedaras en el coche Jacob, debo hacer esto...por favor, vete- le suplicó al chico transformando su cara en una más amable y una sonrisa sincera. No quería preocupar a su hijo. Pero el chico se negó a moverse y siguió sujetando a su padre del brazo como si pudiera ver que estaba a punto de desmoronarse. 

Volvió a dirigir de nuevo su mirada a mi padre que estaba ya dentro de su despacho a punto de cerrar la puerta - por favor, señor...- Mi padre cerró la puerta sin ni siquiera mirar a la cara al hombre tirado en el suelo.

El hombre rompió en llanto y mi alma cayó a mis pies. Era la segunda vez que lo escuchaba llorar. Un hombre de familia, roto delante de su hijo y un muchacho que miraba la puerta cerrada con la mandíbula apretada y cientos de lágrimas retenidas en los ojos. Unos ojos de color aguamarina intenso que quedaban justo a mi altura y que hacían arder mi pecho. Las lágrimas que él no derramaba, les daba salida yo en mis ojos en un intento de liberar parte de su dolor. 

Asqueado se arrodilló frente a su padre y cogió con ambas manos su cara.

Escúchame! Saldremos de esta¿ vale? No permitiré que vuelvas a humillarte delante de ese hijo de..- su padre lo tomó por los hombros frenando la ira del chico.

- Déjalo Jacob, por favor

- Está bien- agachó levemente la cara y pasó su brazo por la nariz mientras sorbía - Vamos papá, vamonos de aquí- Agarró fuerte a su padre por la cintura y dándose la vuelta comenzaron a caminar por el pasillo, dejando detrás de ellos un rastro invisible de algo muy profundo que no supe definir en aquel momento.

Sólo entonces pude ver la cara completa del chico con total claridad. Tendría más o menos mi edad, quizás un poco más. Su pelo era rubio y lo llevaba largo y bastante desigual, como si lo hubiera dejado crecer sin más. El bello color de sus ojos contrastaba con el enrojecido de al rededor y de la expresión de dolor, no se bien si, de cargar a su padre físicamente o de cargar con algo mucho más pesado. Llevaba una sudadera de color gris demasiado grande para él con la palabra FREE en negro sobre el pecho. "

**

¡La sudadera!... no me había dado cuenta hasta ese mismo momento. Era la misma sudadera que yo había estado usando desde que me habían encerrado.

No sé muy bien por qué, pero ahora con ella en mis manos, me sentía más cerca de Jacob. Tanto que deseaba más que a nada que llegara la hora de la cena para que volver a verlo entrar en mi habitación.

Nunca he conseguido olvidar aquello. Para mi fue el punto final en la relación con mi padre. Era imposible no sentir pena por aquel ser humano frágil que suplicaba y sin embargo mi padre no sentía ni un resquicio de lástima. Aquella imagen fue fruto durante semanas de muchas de mis pesadillas en las que mi padre se convertía en mi tormento. Creando imágenes del posible futuro nada alentador que me esperaba.

Desgraciadamente tan sólo unos meses más tarde volví a escuchar el nombre de Luis Martín y volví a recordar aquellos ojos verdes y a aquel chico al que su padre se había dirigido llamándolo Jacob.

Ahora Jacob ya no es un niño. Ahora es un hombre fuerte, que busca venganza.

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