Capitulo 35

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JACOB

Los músculos de mis piernas ardían tanto que si no hubiera sabido que era imposible, juraría que echaban humo. Con el corazón palpitando a una velocidad peligrosa me detuve en seco intentado no perder el conocimiento. Doblado sobre mi mismo y apoyado en mis rodillas debía de tener un aspecto sumamente penoso.

Y lo peor de todo era, que no tenía ni la menor idea de por qué me sentía tan traicionado. No tenía ningún derecho sobre ella... Era patético sentirme así después de todo lo que yo le había hecho pasar a ella.

Al enderezarme me dí cuenta de que estaba a tan sólo unos cuantos metros de la fabrica, había corrido unos ocho kilómetros sin parar y mi cuerpo ya no estaba acostumbrado al ejercicio y para colmo seguía en ayunas.

Entré con el pecho aún subiendo y bajando como loco y con el calor desbordándose por cada poro de mi piel. El aire fresco del interior de la oficina me golpeó de una forma tan agradable que cerré los ojos unos segundos y sólo me concentré en respirar.

- Llegas tarde dormilón - dijo una voz dulce con aire divertido

Abrí los ojos de golpe para encontrarme a pocos metros con la sonrisa de Marina.

- Sí...me he...dormido...- contesté medio a trompicones. La observé por un momento, dándome cuenta de que se tocaba el pelo de forma nerviosa.

- Date prisa y cámbiate, ya fiché por ti hace diez minutos.

- Mmm... gracias... esto... no tenías por qué- las palabras parecían no querer salir de mi boca.

- Ya lo se...pero te vi correr como un loco y doblarte agotado justo antes de llegar- sus ojos estaban fijos en los míos poniéndome nervioso de forma involuntaria- ¡Venga corre!- me animó con un ademán.

- Sí claro- inmediatamente me moví a su orden y pasé por su lado sintiendo que debía darle las gracias de nuevo- Marina...yo...

- Tranquilo... ya me lo agradecerás invitándome a cenar cualquier día de estos- terminó de hablar por mi con una sonrisa perfecta en su cara

Sólo pude sonreír como respuesta y huir de la oficina rumbo a los vestuarios.

Sentía una presión en mi cabeza y en mi pecho tan grande que a penas podía centrarme en nada. Dejé caer unas barras metálicas al suelo que apunto estuvieron de aplastarme un pie.

No podía y la verdad es que tampoco quería, dejar de pensar en mi Oli. "ya no es mía..."

- Tío...como no te centres hoy acabas en el hospital- oí gritar a uno de mis compañeros por encima del ruido de la maquinaria y a continuación la risa de unos cuantos más.

No contesté y seguí a lo mio, dejando que mi mente me llevara a su lado, sintiendo como mis brazos anhelaban estrecharla nuevamente y que mis fosas nasales se desvivían por volver a aspirar su aroma dulce y cítrico. Que mi piel suspiraba por sentir su calor de nuevo y que todo mi cuerpo libraba una batalla férrea aún sabiendo a ciencia cierta, que era perdida.

"Es lo mejor Jacob... Déjala ir para siempre, no hay nada que tu puedas darle...jamás la harás feliz"

Odiaba esa voz de mi propia conciencia... siempre era cruel y despiada, pero siempre tenía razón.
Ya no tenía nada a lo que agarrarme, nada que me diera fuerzas para seguir. Aplastado, esa era la palabra que me definía en esos momentos, completa e irremediablemente aplastado.

Con el pelo aún mojado de la ducha salí de los vestuarios con la mochila al hombro.

Marina estaba apoyada en la puerta con la mirada perdida en algún punto entre sus zapatos y el suelo. El pelo recogido de cualquier forma le dejaba caer mechones de pelo sobre la cara.

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