Capítulo 33

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Olivia

- ¡¡¡¡¡Estúpida!!!!¿Qué es lo que pretendías? ¿eh? - gritó mi padre a escasos centímetros de mi cara.

Lo hice frente, intentado no cerrar los ojos ante su ataque de furia o al menos intentarlo con el ojo que no se me estaba hinchando debido al golpe y palpitaba furioso como si mi corazón se hubiera subido de un salto. Sus ojos parecían estar a punto de salirse de las cuencas y el vello de su bigote estaba erizado apuntándome.

- Te vas a arrepentir de esto....durante tooda tu vida- dijo en un tono bajo y alargando la o casi de forma macabra.

Aquel susurro me congeló más que diez mil gritos atronadores.

Me soltó los codos por donde me tenía agarrada sintiendo de nuevo la sangre fluir como cristales puntiagudos hasta las puntas blanquecinas de mis dedos.

El portazo que dio al salir hizo que los cuadros de la pared terminaran estrellándose contra el suelo regándolo de cristales.

Todo mi cuerpo se convulsionaba violentamente por la mezcla de sentimientos y sensaciones que sentía...miedo, sí...pero también rabia a raudales, impotencia y un odio sin parangón.

La pequeña plataforma que habían montado anoche en el centro del hall con el micrófono para la violinista había sido perfecto para mi brindis improvisado.

"Una pena que no me dejaran terminarlo, estaba realmente inspirada..."

Lo peor vino después, cuando dos de los gorilas de mi padre, cumpliendo sus ordenes me trajeron prácticamente a rastras y me encerraron aquí. Sabía que me había metido en la boca del lobo de la forma más tonta... pero ya no había marcha atrás. Sentía como única misión en la vida fastidiar su pérfida existencia.

Algo cálido acarició mis mejillas haciéndome cosquillas mientras resbalaba por mi cara y al limpiarlas con la palma rocé inconsciente el parpado hinchado, notando como mil cuchillos se clavaban en mi piel. Después de aquella primera lágrima, vino toda una procesión incontrolable. Ya no podía dejar de llorar e hipar.

Tenía que hacer algo. No podía permanecer más tiempo en esa casa, necesitaba tomar las riendas de mi vida. Tenía que salir de allí como fuera. Mi objetivo de venganza con la que había permanecido en esta casa hasta ahora, sólo me había hecho daño a mi misma. No había conseguido más que agotar la paciencia de mi querido padre, nada más.

Con esa idea rondando en mi cabeza y dando a luz mil ideas locas y descabelladas, mezclándose con los recuerdos de él, me venció el sueño.

Cuando abrí el ojo el domingo me dí cuenta de que los daños eran posiblemente peores a los que me había imaginado.

Corrí al baño y a penas pude reconocerme. Entre el pelo enmarañado con ese rubio aún extraño para mi, el maquillaje que ni siquiera me había quitado en la noche emborronado y el tono morado tornasolado y brillante del parpado del ojo derecho me costaba creer que esa fuera yo.

Despacio y con miedo, rememorando el dolor de la noche anterior al rozarme, intenté de nuevo tocar la piel estirada e hinchada. " ¿Porqué siempre sentimos el impulso de hacer eso a pesar de que sabemos que es estúpido?"

A penas podía abrir el ojo en una fina rendija.

El dolor al tacto fue inmediato.

Salí en pijama de la habitación para ir a por hielo a la cocina. En teoría para eso estaban las chicas del servicio, pero yo nunca las pedía nada si yo misma con mis pies y mis manos podía obtenerlo.

La cocina al igual que es resto de la casa estaba impoluta, sin rastro de que hubiera habido ninguna fiesta tan solo unas horas antes. Tampoco había nadie, cosa que agradecí e imaginé que era demasiado pronto para que las chicas empezaran su jornada.

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