Capítulo 24

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Olivia

- ¿Qué es lo que más te gusta hacer? - le pregunto mientras desayunamos, con la tortita aún en la boca.

Llevamos un buen rato conversando y riéndonos. Cómo si nos conociéramos de toda la vida, cómo cuando no hace falta explicar las bromas y la conversación fluye de un tema a otro y los silencios sólo sirven para tragar el desayuno o coger aire.

- Pues yo diría que las motos es lo que más me gusta. Antes me pasaba tardes enteras buscando piezas por internet y modificando y poniendo a punto una vieja moto que mi abuelo le compró a mi padre por su dieciocho cumpleaños.- veo la pasión con la que habla, gesticulando con las manos y arreglando algo imaginario que tiene delante de él. A ratos tengo que obligarme a escucharlo de nuevo y dejar de mirarlo con cara de boba- Llevaba años guardada en el garaje de esta casa.

- ¿Aún la tienes?-

- Sí claro... ¿te gustaría verla?

- ¡¡Claro!! - digo contagiada por la emoción con la que él hablaba.

- Venga, acompáñame - su cara refleja la ilusión de un niño el día de navidad.

Me ofrece su mano al tiempo que se levanta y yo la tomo, aún se me hace raro que esto me parezca lo más normal del mundo. Cómo si la forma normal en la que caminar sea cogida de su mano.

- Toma ponte mi chaqueta, fuera hace frio- dice ofreciéndome un anorak azul.

Me ayuda a pasar los brazos por dentro y saca la trenza de espiga que me hice esta mañana después de ducharme y que se había quedado por dentro del abrigo. Sin que él se dé cuenta, inclino levemente mi cara oliendo el anorak y dejando que su aroma me invada.

Al volver a mirarlo me sonríe y no puedo creer que exista algo más hermoso que él. Me siento tremendamente boba y mi cara vuelve a su ya casi habitual tono rojo encendido.

-¿Vamos? - digo carraspeando y esforzándome por dejar de parecer tonta.

Me abre la puerta y lo sigo bordeando la casa hasta que llevamos a una puerta metálica que intuyo que era de color gris, pero en la que ahora es el oxido lo que predomina.

Se agacha y tira de un manillar. La puerta emite un ruido chirriante y molesto mientras se abre con dificultad.

Decenas de cajas se acumulan en las paredes de los laterales y en la pared del fondo colgando de unos paneles metálicos con cientos de pequeños agujeros hay herramientas de todo tipo de las que no sé ni decir el nombre.

- Aquí la tienes- dice retirando una sabana vieja.

- ¡Vaya! es muy bonita. - No tengo ni la menor idea de motos, pero tampoco estaba dispuesta a confesarselo.

- Sí que lo es.

Nos quedamos en silencio por primera vez en toda la mañana. Un silencio que aún así no me parecía nada incomodo. Fuí hasta la moto y pase la mano por encima de ella.

- Unas curvas preciosas ¿verdad? - dice con la sonrisa picarona de medio lado que suele poner cuando dice algo con doble sentido y quiere que me muera de la vergüenza. Por desgracia, siempre lo consigue.

- ¿Me darías una vuelta? - digo intentando parecer que no he entendido la broma.

- ¿Cuando? ¿Ahora?

- Sí... ¿podría ser? ¿cuando vuelve H y tu hermano?

- Volverán de noche... - parece dudar

- Entonces nunca lo sabran- le digo y tomo su mano.

AtrapadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora