Capítulo 39

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OLIVIA

- Javier por favor...por favor cuéntamelo todo...dime qué más te dijo, necesito saberlo...- mi corazón estaba tan encogido que dudaba de que fuera capaz si quiera de seguir latiendo. Las lágrimas se desbordaba una detrás de otra empujándose y arremolinándose sin permiso ni concierto.

Tomó mi mano deslizando su cuerpo por el sofá para sentarse más cerca de mi.

- Ya te lo he contado todo Olivia. Le rogué que me escuchara, pero no me dejó si quiera hablar. Y cuando echó a correr intenté seguirlo, pero lo perdí unas manzanas después...di unas cuantas vueltas por el barrio con el coche, pero no sirvió de nada- su voz era calma y suave.

Entrelazó sus dedos con los míos en un nuevo intento de tranquilizarme.

- ¿Porqué no me lo dijiste antes?... si yo hubiera ido...si me hubiera visto a mi... Tal vez... quizás ...

-No estaba seguro de que la información fuera buena, sólo quería comprobarlo antes de darte falsas esperanzas. Lo siento- sentí que era sincero conmigo.

No podía enfadarme con él, no con la única persona que permanecía a mi lado día tras día. Y a pesar de tenerlo justo ahí en ese momento, me sentía tremendamente sola... completamente abandonada. Era como si me hubiera vuelto a dejar en aquella gasolinera con un puñado de monedas en la mano. Como cuando lo vi alejarse y hacerse más y más pequeño hasta desaparecer, mientras mi mente cruel me susurraba que volvería... Revivir aquello, era como despertar una bestia hambrienta llamada pena, que se alimentaba de sueños y esperanzas. Un monstruo que había estado aletargado y ahora volvía arrasando con todo.

Pude escuchar alto y claro el resquebrajo de mi corazón, pero no como algo simbólico...no, fue algo físico. Doloroso y amargo. Agónico.

- Ven aquí pequeña- Javier me atrajo a su cuerpo y enterré mi cara en el hueco de su cuello, dejando que mis sollozos lastimeros y las convulsiones de pecho hiposo fueran amortiguadas por el suyo- ... shhhh...tranquila cariño... tranquila....

Sentía sus caricias recorrer mi espalda y mi cabeza, sus dedos que se entrelazaban con mi pelo una y otra vez mientras el suave ronroneo de su susurro aterciopelado vibraba en mis oídos como un bálsamo.

Poco a poco, muy lentamente, los hipos fueron calmándose hasta prácticamente desaparecer. Dejando sólo, algún espasmo como recuerdo del berrinche.

Permanecí acunada en sus brazos con los ojos cerrados, sintiendo mi pena tan pesada que no podría si quiera mantenerme en pie por mi misma.

- Lo he perdido Javier... lo he perdido para siempre...- susurré ya sin lágrimas, como si no quedara ni una sola gota más en mi cuerpo que derramar. Como si la evidencia doliera menos si la pronunciaba en voz alta. Me equivoqué.

Me agarro por los brazos separando mi cuerpo desvanecido sobre el suyo. Pude ver la mancha húmeda que mis ojos habían dejado en el cuello de su camisa y después subí la mirada hasta sus labios ligeramente abiertos, seguí subiendo por su nariz recta hasta llegar a sus ojos azules como el cielo más puro. Sus pupilas estaba dilatadas y podía verlos recorrer mi cara de hito a hito, hasta detenerse en mi boca.

- Javier...- suspiré conectando con sus pensamientos, sabiendo lo que estaba a punto de hacer.

- Olivia...yo...- susurró inclinándose sobre mi, haciéndome sentir su cálido aliento sobre mis labios sin llegar a tocarlos.

- No...- gemí cerrando los ojos, sin fuerza para luchar

Se retiró de inmediato, dejando mis labios con la sensación de frío por la falta de su aliento.

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