Epílogo

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Olivia observó atentamente a su chico meciendose en la hamaca con el pequeño Alexandro sobre su pecho, sintiendo brotar en su corazón las mil canciones de amor más bellas jamás cantadas.

Jacob besó la cabeza del bebé aspirando su delicado y genuino olor como siempre lo hacia.

Sintiendo la mirada de ella giró la cara, encontrándose a la Olivia más bonita que sus ojos habían visto. Su sonrisa cálida y el brillo intenso en sus ojos, como antorchas en la noche, era todo cuanto necesitaba para respirar.

- Estas enamorada de mi y lo sabes- bromeó el chico.

- Hasta la médula...- caminó hasta él provocándolo-...hasta la luna y vuelta- se inclinó acercando su boca a sus labios-...hasta el infinito y más allá.

Lo besó lento, con ternura, sin urgencia.

- Oye! Dejar de pervertir a mi hijo!- Miguel se sintió victorioso por haberles cortado el rollo a los tortolitos y sonrió demostrándolo.

Ellos se separaron riendo sin dejar de mirarse con promesas de mucho más.

Miguel tomó a su pequeño de los brazos de su hermano plenamente consciente de que nunca antes se había sentido tan completo como en aquellos momentos que sentía la calidez de su bebé en sus brazos.

- Me marcho. Giullietta tiene que estar casi saliendo de sus clases- miró el reloj nervioso, sabiendo que su mujer hoy le haría pagar las consecuencias de su demora, pero agradeciendo que su italiana fuera de las que se lo cobraba de la forma más caliente.

- Os esperamos esta noche a cenar verdad?- le dijo a Olivia intercambiando un par de besos en la mejilla y una mirada furtiva a su hermano.

- Claro! Dile a Guilli que llevaré la tortilla de patatas... Es capaz de no dejarnos entrar si no la llevo- rió

- Tenlo seguro- contestó Miguel guiñando un ojo

Jacob los observó en silencio, balanceando la hamaca, feliz de lo bien que habían congeniado después de todo su chica y su hermano.

- Tío, me largo... Mañana nos vemos- se despidió con la mano que no sujetaba a su bebe y salió volando.

Ellos volvieron a mirarse, sabiendo lo que ambos estaban pensando sin hacer falta palabras.

Jacob saltó ágilmente de la hamaca y caminó hasta ella sin perder el contacto de sus ojos. Cuando la tuvo al alcance la agarro por las caderas y la apretó contra su cuerpo.

- Me encanta verte con el bebé... Te hace parecer el hombre más sexy del mundo...- susurró contra sus labios

- Es cuestión de raptar a mi sobrino más a menudo sí eso hace que te pongas así de melosa- besó sus labios por un instante para bajar hasta su cuello y perderse había su clavícula en dirección a su pecho.

Su olor lo hipnotizaba, le hacía desearla más que nada en el mundo y con sólo un roce suyo su corazón bailaba un cursi vals.

- Tal vez... Algún día... Tu y yo...- dijo la chica entre suaves jadeos.

Jacob se retiró clavando sus ojos en ella, consciente de lo que había querido decir. Aquello era como ponerle en bandeja lo que llevaba días preparando.

- No digo ahora- siguió Olivia pensando que se había precipitado al hacerle la proposición- más adelante, con los años...

- Espera aquí un segundo vale?

Olivia se quedó plantada en el sitio sin saber que pensar ni que decir.

Jacob salió disparado al dormitorio, sabiendo que daba igual todas las ideas que tenía en la cabeza para que aquello fuera perfecto, porque aquel mismo instante ya lo era.

Abrió el cajón de la cómoda y rebusco hasta dar al fondo con la pequeña cajita azul de terciopelo.

La abrió, mirando de nuevo el solitario que había tardado tres tardes en elegir y sacándolo, tiró la cajita a la cama. Ni si quiera eso necesitaba.

Volvió corriendo hasta Olivia con el rostro iluminado de la felicidad más plena, sin un solo ápice de dudas en su corazón.

Ella lo miraba con el gesto arrugado, sin entender que bicho le había picado a su novio.

La tomó de las manos, clavando sus ojos en los de ella y respiró hondo.

- Mi Oli... No deseo más en este mundo que tener un bebé contigo. Que digo uno? Quiero tener 3!!, pero no podemos- el gesto de la chica fue un poema- No, antes de eso...

Soltando una de sus manos, sacó el solitario del bolsillo y se arrodilló. Sabía que era exactamente eso lo que debía hacer para indicarle que siempre estaría a sus pies. Que jamás la dejaría, que la cuidaría de por vida y que la trataría como si fuera su bien más preciado. Su único y verdadero amor, su mujer.

Olivia abrió los ojos de par en par y se le descolgó la boca al piso, sin creerse lo que estaba viendo. Su mirada iba del anillo que sostenía Jac en alto a sus ojos verdes vidriosos de emoción.

- Quiero que leas la inscripción primero  Oli

La chica tomó el anillo y lo giró para leer: " Siempre Mi Érase Una Vez "

Recordó aquella tarde en la playa hacía casi un año y supo que su libro no podía haber empezado con palabras más bellas.

- Creo que ahora... Es cuando dices que Sí- dijo Jacob sonriendo aún con la rodilla en el suelo y sacándola de sus recuerdos.

- Ponmelo- contestó ella entré risa y lloro.

- Entonces es un si?- insistió

- No es un sí... Es un mil veces sí!!!!- y se lanzó a sus brazos y lo besó feliz. Entonces fueron conscientes, de que ambos había nacido para ese mismo instante.

FIN

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