Me desperté en una habitación diferente a la que había dormido, problablemente estaría en la habitación de Max pero ¿Por qué?
Sentí algo húmedo entre mis piernas y rápidamente levanté la sábana que me tapaba. ¡No podía ser cierto! ¡Me había orinado! Y ni siquiera en mi habitación, había sido en la habitación de Max y en su cama.
Unos pasos se empezaron a escuchar, parece que provenían de la cocina. Me paralizé y me quedé inmóvil. La puerta fue abierta y se pudo ver cómo Max se asomaba discretamente sin hacer mucho ruido, quizá pensaba que seguía dormido.
—oh, así que ya despertaste, ¿Te recuperaste?— preguntó Max entrando a la habitación.
No podía hablar mi voz no salía pues sentía un nudo que no lo permitía. Por la desesperación empecé a hiperventilar, mis ojos empezaron a ponerse llorosos por la ansiedad que sentía al imaginar que Max descubriría lo que pasó, era algo inevitable, tarde o temprano se daría cuenta de que sus sábanas estaban mojadas al igual que su colchón, y el culpable no pudo ser nadie más que yo. El único que se durmió en su cama.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien?— pregunto mientras corría a ver si estaba mal.
Se acercó lo suficiente como para quedar a mi lado, se sentó en la cama, y rápidamente notó el olor y lo mojado que estaba su sábana, se sorprendió mucho y al voltear a verme se sorprendió aún más al ver qué lágrimas bajaban por mis mejillas, se acercó y me abrazó sin importarle si él podía ensuciarse.
—No te preocupes. No llores. Es normal, ¿De acuerdo?— me consoló Max.
—¿E-es normal?
—claro que es normal porqué tú no lo controlas.
Sentía que en algún momento él me miraría con una cara de enojo o despreció, no lo culparía si la hiciera —Perdón...no volverá a pasar, por favor, no te molestes — bajé más la mirada hasta esconderme en su pecho.
—No estoy molesto, solo estoy sorprendido y lo comprendo, pero debiste decirme antes que tenías estos accidentes ¿No lo crees?— su mano se poso en mi espalda y empezó a masajearla.
—No había pasado, bueno, no al menos desde los cinco años— dije con bochorno.
—Entonces...¿no había pasado desde hace mucho?— subió su mano hasta mi cabeza y empezó a jugar con mi cabello, haciendo que me relajara más.
—No...— respondí.
—Mmm, entiendo, ¿Por qué no vas ahora a darte un baño mientras yo limpio las sábanas?
—Esta bien...—me separe de él y me dirigí a mi habitación, primero debía sacar mi ropa, después iría a bañarme.
—¡No tardes mucho!— grito Max para que lo alcanzará a escuchar Dylan. No obtuvo respuesta alguna.
Pasaron alrededor de 15 minutos y Dylan se encontraba saliendo del baño, fue a la cocina, agarró un vaso y sirvió agua en él. Todo lo que había ocurrido causo ansiedad en él, y prefería no pensar en nada de eso, optó por tomar un vaso de agua y despejar su mente. Había sido un día muy abrumador, las tareas, el nuevo acompañante, lo sucedido en su habitación.
Max entró a la cocina y se recargo en el marco de la puerta observando lo que hacía.
—¿Podríamos conocernos mejor?— preguntó en un inesperado momento.
—vivirás conmigo, ¿Por qué no podríamos conocernos?
—¿Entonces, quieres conocerme? ¿Que te gustaría saber?— se acercó a la mesa y luego se sentó, me miró con curiosidad y después yo hablé.
—¿P-puedo hacer cualquier pregunta?— pregunté emocionado, ya que nunca podía preguntar muchas cosas o hablar mucho. Antes en mi familia no permitían eso. Me castigaban cada vez que hacía un ruido demasiado fuerte o preguntaba muchas cosas, tal vez eso no era normal. Hacer ruido, preguntar, hablar sin parar, podría ser que yo era el único que lo hacía. No conocí mucho de las demás personas, no es como si me dejaran salir mucho, bueno, no al menos hasta ahora.
—puedes hacer cualquier pregunta, la que tú quieras— me sonrió y después hizo una seña para que yo me sentará como él lo había hecho.
Pasamos horas hablando sobre nosotros, al parecer nos gustaban cosas iguales, además, hicimos una buena amistad en esas horas.
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Una oportunidad más
De TodoDylan es un chico de 17 años que vive solo en el campus, pero pronto llega alguien para hacerle compañía y cuidarlo.