Ambos habían buscado el celular que había sonado de repente, creyeron que era de alguno de los dos, quizá había ocurrido una emergencia en la noche. En realidad para ninguno de los dos era común recibir mensajes a esa hora. Se preocuparon de más solamente, aunque valió la pena encontrar el aparato que había estado sonando hace unos minutos antes. Era el celular de Dylan, decorado de algunas stickers y colores pastel, como el verde, uno de sus colores favoritos. Al encenderlo dejaba escrito en la pantalla principal tres mensajes de alguien que no tenía registrado.
No sabían si debían de revisar que era o dejarlo así, después de todo era la privacidad del menor. De pronto pensaron lo peor, pero no sé atrevieron a leer los mensajes completamente, después de todo no se veía bien que era lo que decía. Preocupados y con ansias se fueron a dormir con el menor en el centro, dejaron su celular en uno de los burós y se taparon para descansar.
Max era el que más se había preocupado, tenía unas ojeras enormes al levantarse de la cama al amanecer, al parecer cualquier ruido lo había tenido despierto durante la madrugada y en cuanto a Peyton él no había recuperado tanto el sueño después de eso, salió de la cama a media noche y decidió terminar algunos trabajos pendientes que tenía, solo para distraerse, el ambiente dentro de la habitación no se sentía como siempre.
Max había olvidado revisar los mensajes del desconocido, aunque lo había recordado en cuanto vió los mensajes del pequeño no quiso ver sobre que era el vídeo, lo ignoraría hasta que de verdad fuera un peligro o una molestia.
–¿Papi, has visto mi celular?– preguntó el menor a mitad de la comida.
–No, bonito.
–¿Y tú papi Peyton?
–Tampoco, pequeño, quizá lo dejaste en la habitación anoche– le acarició la cabeza antes de recoger su plato.
–Si, quizá– como le habían recomendado fue a buscarlo a la habitación, tuvo suerte en encontrarlo en el mismo lugar en el que sus papis lo habían dejado.
Pero para su mala suerte vió los mensajes que le habían llegado la noche anterior. Se espantó al recibir un vídeo y dos mensajes más. No quería verlos, pero la curiosidad mató al gato y se ilusionó con que quizá no sería tan malo verlos, quizá era alguien que conocía que no tenía registrado aún y le mandaba mensaje después de un tiempo. Algo poco probable, pero las ilusiones de alguien inocente pueden ser imaginativas.
Su rostro se puso pálido y sus ojos se hicieron aún más grandes y más brillantes que antes por la sorpresa. Las lágrimas querían salir de repente, tal y cómo antes, se sentía exactamente igual que hacía años. El mismo terror en su rostro y reacciones de su cuerpo. Las manos temblorosas, las piernas no le darían más para mantenerse parado, su corazón podría explotar en segundos. La respiración se cortó como si fuera el hilo de la vida, como si alguien hubiera roto ese bloqueo en su mente con tan solo un click. Las cosas obscenas que había hecho y le habían hecho, el maltrato que había recibido no lo recordaba así.
En realidad no recordaba nada. Y antes de darse cuenta comenzó el llanto más desgarrador que había tenido, tantas cosas que recordar, tantas cosas que olvidar. Su energía de había agotado tan rápido, pero no quería descansar. No tenía ganas de nada en ese momento, su cuerpo no daba indicios de querer moverse y su rostro se puso aún más pálido. Cómo no recordar las marcas que habían dejado.
Las cosas horribles que había hecho no se irían nunca ahora, pero no había sido su culpa, nunca hubiera sido su culpa el ser tratado de esa manera. Todo el abuso, maltrato y acoso había vuelto a su vida de un segundo a otro. Las lágrimas cayeron sobre su celular que aún era sostenido por su mano temblorosa.
–Hola...no sé si me recuerdas.– comenzaba el texto.– Te encontré– seguido de un vídeo, uno en el que era maltratado, quizá también abusado.
Max entró a la habitación tan pronto como pudo al escuchar el llanto, pero el pequeño cuerpo que seguía estancado en el mismo lugar no reaccionó. Ahora sabía lo que había sucedido hace cinco años atrás. De verdad que no lo sabía, de verdad que no sabía lo que había pasado.
–Cariño, ¿Que ocurre?– preguntó Max arrodillado frente Dylan.
–Ya sé que pasó– salió de sus labios casi siendo inaudible. Abrazó al mayor y soltó el celular la piso.
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Una oportunidad más
RandomDylan es un chico de 17 años que vive solo en el campus, pero pronto llega alguien para hacerle compañía y cuidarlo.