Por fin había despertado. Otro día más, después de un caos. Ambos chicos mayores acordaron ir quizá con la policía si empeoraba un poco más. Tal vez buscarían ayuda psicológica para el pequeño.
–¿Bebé?– susurró entre dientes Max, aún acariciando los pequeños hilos de cabello que se amontonaban en la frente del menor dormido.– sabes que no debes de chupar los dedos de papi.– pues con la otra mano atorada entre una hilera de bien alineados dientes de encontraba el dedo anular de él.
El menor sólo respondió con un balbuceo que sonó más a burla. Parecía feliz, incluso si aún no despertaba del todo esa mañana.
–Debes de regresas a la escuela pronto, sabes que no puedes seguir teniendo ese horario tan malo.– comentó Peyton entrando a la habitación con una mesita del desayuno de ambos chicos aún medio dormidos.
–Pensé que ya te habías ido hace un rato.– frunció el seño preocupado.
–Me quedé un poco más para consentirlos a ambos, hace bastante tiempo de no lo hago.– colocó la pequeña mesa en el regazo de su novio y acomodó al niñito sentado, aún con su pijama color verde y su cabello alborotado, con sus grandes ojos cerrados y una gota de baba que fue limpiada rápidamente por Max que tuvo la oportunidad de tomar una servilleta.
–Parece que el bebé tendrá problemas para despertarse y comer, no es así Bello durmiente?– Peyton sacó un biberón que tenía un color café claro, con un pequeño vasito lleno de frutas frescas. Para finalizar antes de tener que irse le entregó una paleta de fresa a su novio, para que se la diera al pequeño en caso de portarse bien.
Se dieron un largo beso de despedida que ambos disfrutaron sin prisas, querían unos segundos más pero el sollozo del bello durmiente no los dejó. Al parecer había despertado de mal humor después de no recibir las mismas muestras de afecto. Sus papis lo tomaron en sus brazos y le dieron un beso de sandwich, haciéndolo reír.
–Bien, me tengo que ir. Parece que el bebito ya no está tan molesto.– le dio un pequeño beso más a Dylan en su frente y a Max en sus labios.
Escucharon la puerta cerrarse y rápidamente empezaron a comer. Dylan parecía que había reducido sus años, no podía ni siquiera alimentarse sólo. Tenía que obtener ayuda de su papi para poder agarrar bien el tenedor y meterlo en su boca antes de golpear su rostro intentándolo.
Ambos había olvidado el asunto del día anterior. Nadie tenía el valor de pronunciar una palabra del tema, ni siquiera Dylan que tenía vergüenza sobre eso. No quería llorar ese día como los últimos. Solo quería comer en paz, y por lo visto Max también.
–Has comido todo bebé, ¿Quieres algo más?– el menor asintió. Quería específicamente un baño del mayor, muchos mimos y un biberón calientito. Pero las palabras no le salieron, solo balbuceos.– Cariño, no te entiendo.– admitió Max con una cara de confusión.
Dylan tomó de la mano al mayor y señaló el baño, esperando que entendiera su petición.
–¿Quieres ir al baño? No he cambiado tu pañal aún.– negó, volvió a intentarlo.–¿Un baño?– sonrió dejando ver que era la respuesta correcta.
–Bien, cariño. Papi te buscará ropa hermosa en el clóset y te pondrá lo más bonito que encuentre.– se levantó haciendo lo que dijo, buscó por 15 min logrando su objetivo.
Había sacado un bodie de bebé que le quedaba justo, dejaba ver parte de su pañal y sus lindas piernas, calcetas largas y quizá le pondría un broche blanco como el bodie en el cabello, para hacerlo lucir lindo. Tampoco quería vestirlo tan formal, se suponía que no saldrían.
–Bebito, ¿Podrías caminar al baño?– asintió balbuceando un pequeño sí que a penas se escuchó. Se levantó de la cama y al instante calló de rodillas, al parecer no podía del todo.
–Veo que no dulzura. Te ayudaré a llevarte hasta la bañera, no te preocupes, yo te bañaré.– lo cargó cuidadosamente hasta el baño y lo desvistió. Tuvo cuidado con sus partes íntimas de no incomodar al menor y lo metió al agua tibia.
Lo dejaría jugar unos minutos, después lo limpiaría bien, quería que si bebé se sintiera despreocupado y así parecía que estaba sucediendo.
Lo envolvió en una manta suave y lo secó bien, lo recostó en la cama y con cuidado le pusó un pañal bonito de color rosa y al final su conjunto de ropa que le quedaba mejor de lo que Max pensaba. Estaba fascinado con su bebé.
Se sentía como una madre a punto de presumir a su hermoso hijo con todas las demás madres. Estaba impresionada con ese bebé adorable. Parecía que lo habían sacado de un cuento.
–¿Qué quieres ahora, pequeño y lindo bebé?– preguntó emocionado.
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Una oportunidad más
RandomDylan es un chico de 17 años que vive solo en el campus, pero pronto llega alguien para hacerle compañía y cuidarlo.