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Habían llegado al parque hace no más de 5 min. El pequeño había corrido tan rápido como pudo desde los brazos que lo sostenían hasta uno de los columpios color rojo que había.

Una señora con sus dos hijos, una niña y un niño más pequeño estaban jugando mientras que la señora los supervisaba desde una banca, aunque eso no servía de mucho, ya que tenía el celular entre las manos y se le veía más concentración en el que en sus hijitos.

La pequeña niña que parecía tener 10 años jugaba en un sube y baja con su hermano de al parecer 5 años que lo único que hacía era reír cuando su hermana lo subía. Está ya cansada suspiro algo enojada por no poder subir como su hermano menor.

Se bajó dejando a su hermano ir al arenero a jugar un rato, no le presto demasiada atención pues lo que si lo hizo fue uno de los columpios donde estaba Dylan que tranquilamente se daba cada vez más vuelo.

– ¡Sigo yo!– gritó la niñita que desde más cerca se le veían mejor los rizos de color rojo que tenía, y un vestido rosa que no le quedaba muy bien. Tal vez su talla era quizá 3 tallas más arriba.

–Pero acabo de subirme.– respondió triste ya que era verdad, apenas y había estado ahí cinco minutos. Desanimando le dejo a la niña el único columpio que había, y en cambio se fue hacia un resbaladero.

Y como en el anterior caso, la niña hizo lo mismo. Le exigió con un tono chillón que le dejara subirse solo a ella, pudiendo así correrlo de esa zona de juegos.

El arenero era su última opción, ya que el columpio ya no le llamaba la atención como antes. Se sentó en el arenero y comenzó a hacer castillos de arena con el hermano menor de la niñita grosera que lo estuvo persiguiendo para quitarle los juegos.

La última vez que sucedió. Él ya desesperado y harto comenzó a patalear recibiendo burlas y quejas de la niña que lo acusaba de no poder jugar por ser mucho más grande que ella.

Las lágrimas salieron después de escuchar todas las cosas hirientes que se podía imaginar la niña. Su hermano menor, al contrario de lo que había hecho su hermana, abrazó a Dylan como si se tratara de un peluche que estuviera herido y tuviera que ser consolado.

La madre de la niña llegó y al ver la escena igual que su hija comenzó a cuestionar al menor sobre jugar en los juegos, mientras que jalaba al otro niño que comenzaba a hacer un pequeño berrinche por ser separado del otro.

A todo esto, los papis del mayor lo notaron al instante en el que la señora se acercó al pequeño para insultarlo un poco.

–¿Qué pasa aquí?– preguntó desconcertado el mayor.

–Ocurre que este niño está molestando a mi hija.– le contesto la señora muy enojada y con la cara hirviendo de enojo.

–Aquí lo único que veo yo es que está tratando mal a mi bebé, usted debería calmarse y educar a sus hijos para que no molesten a otros– miro a la niña pelirroja cruzada de brazos que lo miraba igual que la señora y sacaba su lengua para ofenderlo, cosa que no sucedió.

–¡¿Tu bebé?! ¡Es usted el que no me puede decir cómo criar a mis hijos, siendo tan irrespetuoso!

–¿Estás bien, muy vida?– cargó a Dylan ignorando los insultos de la señora que parecía que se ponía cada vez más morada por la irá que acumulaba.

El menor se apoyó en el hombro de su papi y comenzó a llorar en silencio sollozando mientras sentía una mano cálida en su espalda, probablemente de Peyton que se había acercado más conforme la señora alzaba mucho más la voz a su novio y bebé.

La mujer se hartó de que la estuvieran ignorando cada vez con más descaro, así que se fue indignada casi arrastrando a su hija y cargando a el menor que al parecer no sabía que acababa de ocurrir.

–¿Te lastimaron, bebito?– preguntó Peyton mientras que Max se lo pasaba sosteniendo ahora la pañalera, de la cual sacaba un chupete limpio.

El menor negó con la cabeza y abrió la boca para recibir el calmante chupete que por suerte habían traído sus papis.

Aunque era cierto que después de todo lo que le habían dicho, les dio la razón, sabiendo que era raro que aún le gustarán las cosas de niños y que lo tratarán como un niño cuando ya no lo era más. Estaba de acuerdo con ser tratado como uno y se sentía bien ser el consentido de sus papis pero no podía resistirse a detenerse un poco para odiarse por no poder comportarse como un mayor y seguir con las responsabilidades que tenía que cumplir, y que con la presión no pudo.

Lo terminaron llevando a la casa que tenía Peyton desde que se había alejado de toda su familia. A decir verdad no tenía una muy buena relación desde que estuvieron juntos él y sus padres que parecía no importarles el futuro de su último hijo.

Tal vez se quedarían ahí con el mayor desde ahora en adelante. No tendrían que ocultarse todo el tiempo por ser descubiertos en la salida o vistos en el campus. Solo tenían que ser recogidos por Peyton que tenía un breve descanso en su trabajo que apenas había obtenido después de unos pocos meses de terminar sus estudios.

Una oportunidad másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora